Ven, 05 Abr 2019, 14:09
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump
Cuaderno de bitácora. Quinto año del gato. Día 267. (30 de marzo)
La rabiosa actualidad (¿pero por qué siempre esa ira?) arroja noticias y titulares que recoge el portal msn entretenimiento para mi ídem. De hoy mismo:
El irresistible híbrido de croqueta y huevo frito
¡Se les fue de las manos! Modelos y famosas que ahora son talla XXL
Errores con tu base de maquillaje que te están poniendo años
El pueblo de Badajoz que se hizo adicto a una infusión asiática
Cómo influye realmente el cambio de hora en la salud, según los expertos
Si tu hijo tiene muchos mocos, ¿por qué ocurre?
Juraron casarse cuando estaban en preescolar, véalos hoy (fotos)
Quince accesorios que subliman el armario de primavera
Lo que pasa en Internet en un minuto
Fornicar ya es legal en Utah
Un hombre compra un tanque ruso en eBay, mira lo que encontró en su interior
Una niña pasa las tardes maquillando a un cocodrilo
¿Conoces a las doce influencers veganas con más seguidores?
El cuadro más caro del mundo, en paradero desconocido
Así es el famoso sándwich de huevo que triunfa en Instagram
Y modestamente:
Dani vuelve a participar en una carrera tras cuatro meses
Pues sí, estoy otra vez el lío, parece. No hace el verano una golondrina y menos en marzo, pero sí. La palabra es sí. Oui, yes, bai, ja, hai. Asentimos con la cabeza salvo los búlgaros que niegan para afirmar.
El sábado por la mañana ya estaba nervioso. Preparé la bolsa, repasé los elementos integrantes por falta de costumbre, saqué la camiseta del armario: no me entraba. O había encogido la vestimenta (ahora pongo yo las lavadoras) o había engordado el vistiente (ahora cocino yo). Y así, oprimido en carne propia por una vez -pues por género, raza y orientación sexual formo parte de todos los grupos opresores-, fui hasta Praia América.
¿Hoy corres? Voy a probar. ¿Qué, al diez mil? No, sólo a probar el cinco (mil). Ah, estás recuperado. No sé, la idea es probar. ¡Cuánto hacía! Sí, aquí a probar. Hombre, bue.. ¡Que vengo a probaaaaar!
Y ciento doce días más tarde me coloqué la cinta. Que era en ese momento mucho más que un simple pedazo de tela para el sudor. Me la ceñí con gesto reverencial. Pretendía ser Daniel-san atándose la bandolera antes de ganar el combate, pero también podía ser Carrie recibiendo la corona de reina del baile antes de tragarse un cubo con sangre de cerdo. Para evitarlo, vacié el bote de Reflex en la pierna, capa sobre capa de spray, ya no agarraba en la piel y seguía vaporizándome, y rezumando trementina y alcanfor me dirigí a la salida; los mosquitos se acercaban atraídos por el olor y quedaban pegados para morir asfixiados.
Caminé para calentar. Comenzaba a anochecer cuando arrancamos. Ah, qué emocionante fue verme de nuevo en el grupo y escuchar los aplausos, dar las primeras zancadas en compañía después de tanto tiempo, llevar un dorsal. Hacer doscientos, cuatrocientos, ochocientos metros, un kilómetro sin señales de la lesión.
Empezó a doler la otra rodilla. Puesto que es la izquierda la que acapara las sesiones de fisioterapia (y no han sido escasas), la derecha la tengo desatendida y padece del síndrome del príncipe destronado. Me alegré: sabía que cada minuto en que se entretuviese en quejarse sería uno de descanso de su pareja. Y así llegué al segundo kilómetro, ¡vamos!, subimos Monte Lourido y retornábamos ya junto al mar, ¡vamos!, y animoso (esto es, sin animosidad) completé el tercero.
A partir de aquí era novedad, sumar, continuar mejorando, pisar terreno desconocido, pensé. Y justo en ese preciso instante, como un dragón durmiendo con un ojo abierto aguardando sorprender al intruso, despertó la cintilla. No le creí tamaña coincidencia. ¡A ti no te ocurre nada, tú estás somatizando! Descubierta, soltó un crujidito nervioso y no se atrevió a molestar más.
Y de ahí a meta ya sólo fui descontando distancia, seguro de mis fuerzas y vigilante de indicios de peligro, un explorador avezado de la selva articular, confiado y desconfiado por igual. Rodaba a ritmos aceptables y sin enfrascarme en rivalidades,
permitiendo que me adelantasen sin menoscabo del orgullo.
Astro rutilante de la gran pantalla, fascinante y cínico playboy de playa, campeón olímpico con diez medallas, hábil político donde los haya, magnífico varón, vencedor mítico de mil batallas: así era Dani en su imaginación corriendo por Nigrán.
Y crucé la meta a oscuras pero brillando por dentro.
¿Entonces corriste sin dolor? ¿Sin dolor? No sé lo que es eso. Corrí sin
el dolor.
Parece que sí. Parece que he vuelto.
Como el Ave Fénix resurjo de mis lesiones