OSCAROURENSE escribió: |
Pajaro... a ver vai ou non vai? |
Pájaro-Azul escribió: | ||
pues esperando que no es poco, esto ou vai ou racha, alea jacta est, a ultima hora de la tarde sabremos el resultado, ya no queda otra y que sea lo que Dios quiera. Buenas noches |
toledano escribió: |
El año pasado decidí atreverme con el primer maratón e iba a ser el Maratón do Miño. Faltaban solo 29 días cuando decidí dar el paso. Era poco tiempo pero, lo cierto es que había hecho en los meses anteriores, bastantes carreras de fondo de todas las distancias hasta medio maratón, es decir, tenía un fondo y una cierta forma física. Para ello, confeccioné un plan de entrenamiento, basado únicamente en mi corta e indocumentada experiencia, pero, que seguí disciplinadamente a rajatabla, cumpliendo escrupulosamente con las salidas y ejercicios que previamente había marcado. Con todos los medios y precauciones, llegó el día de la carrera y, puedo decir que disfruté de principio a fin de la experiencia. Un esfuerzo físico considerable pero muy gratificante incluso a nivel emocional. A partir de entonces, hasta hoy, por uno u otro motivo, no he conseguido mantener la regularidad necesaria de salidas o entrenamientos semanales, lo que me ha hecho ganar peso, perder fondo y perder preparación física. Con todo, he competido en bastantes carreras con resultados muy dispares dentro de los parámetros que me suelo mover, el de los populares del montón, del montón del final para ser exactos. Sin embargo, había conseguido organizar un poco, en los últimos meses, la rutina de trabajo diaria para disponer de algo más de tiempo para poder hacer lo que, todos los que por aquí nos movemos, nos gusta en mayor o menor medida: correr y competir. Me inscribí al maratón de montaña de Penedos do Lobo y, al igual que para mi primer maratón, confeccioné un plan de entrenamiento que, si bien corto, tampoco me planteaba ningún objetivo más que, acabarlo, disfrutarlo y que además me sirviera de entrenamiento de calidad para correr bien el Maratón do Miño. Todo iba por buen camino hasta que caí enfermo. En principio no le dí mayor importancia pero, por lo de pronto tuve, muy a mi pesar, que dejar de correr, con lo que, me presenté en Manzaneda con unas precarias condiciones físicas. Con mucho cuidado, pude completar la prueba, haciéndola muy despacio, que tampoco daba para más, sin que, aparentemente, me causara un daño físico reseñable y, por el contrario, tuve la oportunidad, espero que repetible, de vivir una muy bonita experiencia en todos los sentidos. Desde ese día, ya no pude volver a correr absolutamente nada, o bien por prescripción médica o, por no estar en condiciones para ello. Por lo tanto, después de haberlo pensado muchas veces, decidí correr un maratón en quince días, sabiendo que no estaba en condiciones, pero creyendo que sería capaz de hacerlo. Llegó el día. La verdad es que no tenía los nervios del primer maratón. Toda la noche diluviando sin parar. Desde casa hasta la Plaza Mayor, lugar de salida, aproximadamente dos kilómetros que hice corriendo y, con paraguas. Dejé la mochila con ropa seca en la CEO y, ya me empapé, al igual que todo el mundo, mientras daban la salida. Callejeo por la zona vieja de la ciudad, Parque de San Lázaro, rotonda de A Lonia, zona Campus, para meternos de lleno en el circuito en el que hay que dar tres vueltas de algo más de 14 kms, en las riberas del Miño por la ciudad, entre la Presa hidroeléctrica de Velle y las Termas de Outariz. Sigue lloviendo y mucho. En la primera vuelta, afrontamos un tramo antes de pasar bajo el Viaducto del tren, muy complicado: Potentes torrenteras que buscan el río hacen imposible no meter los pies en charcos en los que un pato podría nadar sin problema. Por suerte, no hace frio. Poco público. El día los disculpa, sin duda. Me encuentro bien. Me quedo atrás, en mi sitio. Los relevistas a lo suyo, que no es otro que dar una vuelta a toda pastilla. Desde mi punto de vista, me parece que hacer 14 kms a toda velocidad, sería más duro que hacer 42 con las pulsaciones bajas, y a un ritmo mucho más cómodo, en principio. En seguida, entablo conversación con otro maratoniano, Pablo, creo que se llama. Insisto en que soy despistadísimo y, en este mismo caso veréis por que. Vamos al mismo ritmo y los dos consideramos que es bueno para nuestro objetivo. Completamos la primera vuelta con los gritos de ánimo de un voluntario que nos dice que ya nos queda poco ¡ ? Sigo diciendo que en los dorsales se debería diferenciar mucho más a los corredores de maratón, así como, ya que la organización dispone de un locutor o speaker, que supongo que además cobrará por su labor, como es lógico, éste, en vez de estar haciendo un sorteo, mientras llegan los corredores de maratón sin que, tan siquiera mencionen su número, tener la consideración de nombrarlos, algo, que el corredor, en general, agradece más que otras cosas. Arrecia la lluvia y llegamos al Km. 20. Mi compañero de carrera, me pregunta cuánto tiempo llevamos. Al decirle que dos horas, comienza a acelerar el ritmo y no puedo seguirle. Ahí me reafirmo en lo de que soy despistado pues, cuando lo llevaba doscientos metros por delante, me doy cuenta de que no le he preguntado el nombre ni mirado el dorsal. Creo que es Pablo, si no es así, perdona Tío. Empecé a notar muy cargadas las piernas y, a temer que pudieran aparecer los calambres que, como todos sabéis, hacen estragos en los corredores que no están entrenados cuando corren un maratón. Ejem… En el Km 23, poco después de pasar el avituallamiento de Outariz, el dolor en las piernas era muy fuerte. Podría decir que insoportable pero mentiría, o más bien, exageraría. Por razones obvias. Muy bonito. Y , ¿ahora qué?. Eran más los que me aconsejaron no correr que los que me animaron a ello. Debate interno. Un par de Km. más, a ver que pasa. El dolor es tan fuerte que me convenzo a mi mismo de que, si abandono ahora, mañana voy a estar escarallado igual y, además con el mal sabor de boca de un abandono, teniéndoles que dar la razón a los que, seguramente la tienen. Tiro para adelante. Conozco bien, como casi todos, el circuito y sé lo que me queda. Pero las cuentas no me salen. Primero, tengo que echar a andar en las subiditas porque “se me sube la bola” en las dos piernas, luego, en las bajaditas, los muslos, los cuadriceps o, que se yo, se traban cada vez más, con mucho dolor también, para no desdecir del resto. Y así, poco a poco, corriendo, cuando podía, como un ganso, fui tragando millas hasta llegar al final. Si el año pasado, corrí sobre el Puente Viejo hacia la meta de mi primer maratón con unas sensaciones y una emoción tan difíciles de explicar que no fui capaz de hacerlo, esta vez corrí también pero, tambaleándome, sobre todo en la subida, por los calambres en los gemelos y, corriendo patéticamente contra el crono para que éste, al verlo, no pasara de 45 minutos además de las cuatro horas que había dedicado hoy al maratón. Cuarenta y siete minutos más que el año pasado. En la meta, Felipe y Pablo, mis compañeros del equipo Esprintes inde Nai. Así como suena. Hoy, casi no doy subido ni bajado escaleras. Físicamente me encuentro bien. No se debe de correr un maratón sin haberlo preparado a fondo. Y no sé si copiarlo cien veces. SALUDOS |