Lun, 30 Dec 2019, 17:14
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump
Cuaderno de bitácora. Sexto año del gato. Día 175. (28 de diciembre)
La última vez que viajamos a las Canarias nos faltaban cinco islas por conocer. Después de esta nueva visita... quedan seis. Desciende Plutón como planeta y entra La Graciosa como ínsula. ¡Nada está a salvo de los vaivenes taxonómicos!
No he encontado nunca cuestas asfaltadas como las de Tenerife. Cortafuegos, acantilados, escaleras de incendios o montañas rusas sí, pero carreteras jamás. Subíamos buscando un guachinche por La Matanza de Acentejo y se me caían las gafas y el ambientador de perfume de pino al asiento trasero del coche. Y a las casas les colocan calzas para sujetarlas y que no rueden por la colina hasta el mar.
La San Silvestre Realejera, con buen criterio, la trasladan al barrio de El Toscal, que es lo más similar a un llano que pudieron encontrar en tierra, es decir, poco, pero al menos corrible sin crampones.
Allí nos fuimos el sábado por la tarde, a despedir las vacaciones (en su primera parte) y el calor (a veintisiete grados nos bañábamos en Garachico esa misma mañana). Recogimos el dorsal y el chip tobillero, y tomando un barraquito esperamos a Michael (léase Míjail), su amiga y su hija de ella. Y así, con espectadores amigos a los que intentar impresionar e intimidado por el nivel general deducible (por el escaso número de inscritos, por las muchas camisetas de los clubs locales, por los inexistentes disfraces, por el reducido índice de masa corporal de los participantes), decidí prepararme en condiciones.
Salí a trotar por los alrededores. Los alrededores eran pendientes alpinas. Con el corazón desbocado sobreviví dos kilómetros y pico (picos) y regresé al centro del pueblo y nos colocamos al fondo del grupo, por si aquella gente de apariencia bonachona no cumplía y pretendían hacernos el timo de la estampida. Efectivamente, al arrancar ya en ascenso y con fuerza nos adelantaron por ambos lados como búfalos.
Por suerte la semana de aclimatación a la región y las horas caminando por el Teide -que es un paisaje desolado y de almendras garrapiñadas que ríete de Mordor (y en el Roque Cinchado perdió Frodo el antiguo billete de mil pesetas)- no había sido en vano. Apreté los dientes y me lancé a recuperar posiciones.
En las bajadas me dejaba ir sin control, al estilo de los danzadores en zancos de Anguiano, y en los escaladas soltaba mis suspiros paralizantes (siempre hay quien mira asustado a su espalda, por si es un dragón krayt o sólo Obi-Wan Kenobi imitándolo). Y Gisella animaba, Daniiii, Daniiii, y no era plan de defraudar.
Llegué a meta colorado y gané y perdí y gané y definitivamente perdí un largo esprint con deportividad y sin rencores con un local.
Puesto ciento treinta y tres de doscientos sesenta y seis. La mitad exacta. Y a Montse la entrevistaron para alguna cadena autóctona de televisión.
Tocaba un rodaje extensivo de doce kilómetros y resultó uno intensivo de siete y medio. Doy el desfase por bien empleado y disfrutado.
Nos vemos en Tokio, Michael. Nos vemos en el futuro, Tenerife.
Como el Ave Fénix resurjo de mis lesiones