Mar, 31 Mar 2009, 21:21
Asunto: Re: [Concurso] Las crónicas de la Vig-Bay II
Crónica Vig Bay 2009
-. Eso es periostitis, no puedes correr.
Fue la respuesta del fisioterapeuta cuando le pregunté, hace más de un mes, por el dolor que punzaba en mi tibia izquierda cada vez que hacía el movimiento de impulso en carrera.
-. Ni se te ocurra correr hasta que no desaparezca la molestia o se te puede convertir en una lesión crónica. Aplícale hielo y olvídate por un tiempo de las carreras.
Estaba preparándome para la Vig Bay 2009
Tres años antes, se me había ocurrido acompañar a mi hijo de 8 años en la San Martiño infantil, de 4 kms, con más de cuarenta tacos, más de 80 kilos y, sin hacer deporte desde los veintitantos.
El resultado fue lamentable. Me propuse entonces, entrenarme para la próxima y, demostrarle que su padre, no era la piltrafa que en el km. 2, ya no podía seguirle y hacer más, que ver como se alejaba hasta perderse, entre cientos de pequeños corredores.
Empezar a correr. Por la noche, al salir del trabajo. Nauseas, agujetas, frío, soledad, kilómetros, kilómetros…La primera, un diez mil. ¡Ahí queda eso chaval!
El cuerpo empieza a responder a los entrenamientos. Una carrera, otra, las sensaciones cada vez más buenas. Vig Bay 2008, todo un reto, mi primera media. Nunca había oído hablar de esa carrera, ni siquiera sabía que existiesen medias maratones. Con todo el pudor y el temor del mundo me inscribo, la preparo “en secreto” durante dos meses y, un par de días antes, le digo a la familia: .- El domingo corro en Vigo una carrera de más de veinte kms.
Estaba seguro que pensaban que el viejo se había vuelto idiota pero, cuando después del madrugón y de la espera de 2 horas, desde que me dejaran en Samil, hasta que el pelotón en el que transitaba, llegó a la altura de Playa América y, pude verles en el punto acordado, se me puso, y se me pone, la carne de gallina, al apreciar en sus caras y en su gesto algo parecido al orgullo por un ser querido.
Tenía que repetir. Si el año pasado, el entrenamiento había sido intenso, esta vez no podía ser igual. Sustituí la carrera por el gimnasio. En vez de correr, elíptica y bicicleta.
Probé la cinta y volvió el dolor. Elíptica, lo más parecido, el dolor va remitiendo, pero no desaparece del todo.
Reserva de hotel en Baiona con antelación para evitar los madrugones y los desplazamientos. Llegamos el sábado por la noche. El viento bastante fuerte y muy frío no me preocupa más que el leve dolor que todavía lastima mi pierna tras casi un mes sin salir a correr. Nervios, ilusión, insomnio, espera.
A las siete en pie. Frugal desayuno con Carlos, el corredor que me acompaña y, viaje en autocar hasta Samil. La cola de espera para ir al baño y, para dejar la ropa en los camiones, nos hace imposible asistir a la quedada del foro.
Mi primer trote al aire libre desde hace tiempo. Parece que no molesta. Hago unos largos por el paseo de la playa y, me cruzo con Elías Salvador. No lo conozco y, sin embargo lo admiro. Enjuto, canoso, concentrado, con pinta de bravo, que lo intenta una y otra vez. Empiezo a tener buenas sensaciones, el ambiente invita. El speaker, al que, por cierto se le entiende perfectamente, anuncia la existencia de boxes de salida con los tiempos previstos y, recomienda una y otra vez colocarse en ellos. Faltan unos minutos y, nos ponemos en nuestra posición de salida.
Aunque sea en una carrera de barrio y haya 20 corredores en salida, es uno de los momentos que más me gustan. Somos 3000 corredores, estamos en el medio, y casi no veo el principio ni el final. Aunque con nubes, el día es luminoso, fresco, el viento no parece molestar. Olor a linimento, a adrenalina. Empezamos a andar. Más de un minuto para pasar bajo la línea de salida, estrecho la mano a Carlos y me concentro en la carrera.
Los tres primeros kilómetros casi los empleo en sortear a corredores con ritmos muy lentos. O pecaron de optimistas o no se dieron cuenta de que este año había que colocarse en las posiciones con las marcas previstas de llegada. Pierdo a Carlos, no voy muy rápido pero, miro atrás varias veces y no lo veo. Lo habíamos hablado pero no esperaba separarnos tan pronto. Inconscientemente estaba compitiendo de verdad.
El público aún estaba frío. El cambio de hora esa madrugada y el tiempo fresco que a nosotros nos ayudaba, no animaba a salir a dar ánimos. En las primeras cuestas, aflojo un poco el ritmo reservándome para el final. Voy bien. Con disciplina militar, bebo en cada avituallamiento y me refresco con las esponjas que, de manera inmejorable, entregan los voluntarios, algunos de ellos, niños, siempre con la mejor cara y animándonos a todos.
Kilómetro diez, me encuentro con Antonio. Más de sesenta años. Lo veo en todas las carreras. Lo saludo y le deseo suerte. Me voy para adelante con decisión. Llego a un punto de carrera en el que casi no se habla. La gente sabe a lo que va, y economiza energía. Sigo fuerte pero no quiero mirar el reloj. Aumento el ritmo. Hay grupetos separados por unos metros. Me rebasa por la derecha Eduardo Vieira, el promotor de esta prueba. No se su edad, no es joven, pero su clase de corredor de fondo queda patente. Enfilamos la bajada a Playa América y noto una especie de pérdida de tracción en la pierna izquierda. Trato, aprovechando el tramo de descenso, de compensar la zancada. El dolor, hasta ahora olvidado, de repente se hace agudo. Pulsaciones, respiración y fuerza, bien, mente, con las ideas muy claras. Lo había previsto. Sabía que podría no terminar la carrera pero, sólo pararía si no pudiese dar un paso más.
No traté de ir más despacio, sino de buscar un reparto de fuerzas en las piernas, de ajustar el paso, de buscar la posición de apoyo en cada pie que me permitiese llegar.
Todo el tramo de la Playa se me pasó buscando una solución. Ya no pensaba en la marca sino en acabar. En el tramo hasta La Ramallosa, empecé a notar molestias en la rodilla derecha que, poco a poco fueron convirtiéndose, también en dolor. Mentalmente estaba tan entero, que me pareció el momento más gracioso del día; Un mes cuidando la pierna izquierda y, ahora también me duele la derecha que nunca me había fallado.
Después de pillar la última esponja y cruzar el puente de La Ramallosa con dirección a Baiona, noté que el viento que, hasta el momento nos había empujado a favor, quiso como que molestarnos y, en ese momento, fui consciente de que mi velocidad había descendido alarmantemente, al ver llegar a corredores que había pasado antes. Me daba igual, mi marca a batir era otra. Alguien escribió hace días en el foro algo como “experimentar lo que siente un corredor de verdad al disputar de verdad una prueba” y, seguramente, la sensación más parecida que nunca tendré en una carrera, la estaba teniendo ahora.
Joder, ¡Qué dolor!. Mi mujer, María y Ángel, nuestros hijos, junto con la familia de Carlos, quedaron de vernos pasar, a la altura del Hotel Bahía, entrando en Baiona. Esa era la referencia para verlos, por lo que, recompuse el gesto y con esfuerzo, apuré el ritmo para pasar junto a ellos dignamente. Me abro a la izquierda, saliéndome por un instante del estrecho carril delimitado por conos, para adelantar a un corredor y, con la mano hago un gesto para que se detenga el vehículo que compartía carretera con nosotros. No estaban allí. Falta un kilómetro, un cuchillo me raspa el hueso y una punta se me clava en la rodilla a cada paso, o eso me parecía.
Veo la meta y no se si llegaré. El año pasado el corredor que me precedía, se detuvo en seco en este punto y me pregunté por qué, faltando tan poco. Ahora los veo. Mi mujer y mi hija a la derecha, mi hijo a la izquierda, subido a una valla y tirando fotos. Los gritos de ánimo no son de comparsa, para quedar bien, son sinceros y lo noto, dos corredores se me aproximan; al llegar a mi altura, la vena competitiva estalla en mi cerebro y me olvido de dolores y molestias y, por un momento, ahora les pido disculpas, disputo el espacio con ellos, apretando los dientes. De verdad que no se si me rebasaron o no. Cien metros. Siempre quiero entrar esprintando pero, hasta aquí hemos llegado, y levanto los brazos y saboreo, por un segundo, una extraña y dulce sensación.
Me recuperaré y volveré a por ti, Vig-Bay.