Mér, 01 Mar 2017, 0:37
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump
Cuaderno de bitácora. Tercer año del gato. Día 237. (28 de febrero)
Lo que en otros es lesión incapacitante y baja deportiva, en mí es consustancial. Es simplemente despiste, maneras de vivir. Voy cruzando el calendario con igual velocidad, subrayando en mi diario muchas páginas...
Tampoco iba muy confiado, es cierto. Me bañé en Reflex y salí comprobando sensaciones. Tiempo tendría, casi hora y media de nuevo. He buscado carreras por Europa Occidental para no tener que hacer rodajes en solitario por Carregal, y mientras tanto con disimulo el entrenador me ha colado sesiones de quince kilómetros entre semana. Todo sea por el fortalecimiento mental. El mío. El suyo ya veis que anda sobrado y siempre consigue imponerse.
Veinticinco minutos de calentamiento: el glúteo se adapta y no da problemas, el gemelo va con un pinchazo sordo que no evoluciona ni a mejor ni a peor, las rodillas mal pero ya nos conocemos, y ahora vienen las uñas. Después cuatro series de dos mil a 4'45" con recuperaciones y enfriamiento.
Me crucé con un paisano con un collar en la mano. Torció la cara, no por desprecio sino por deslumbrado, y me preguntó si había visto a su perro. No, y me quedé con las ganas de averiguar si no sería tal vez el mítico Mistetas. Tan famoso que tiene entrada en la wikipedia, aunque en revisión de ser borrada:
El chiste del perro Mistetas es un chiste verde español muy popular. Tiene una componente erótica muy suave, hasta tal punto que suele ser uno de los primeros chistes que se aprenden durante la infancia. Por ello, el público adulto generalmente lo considera pueril o simplón y lo utiliza como ejemplo de chiste malo. No obstante, el chiste disfruta de una gran vigencia y difusión entre la sociedad española desde, al menos, los años ochenta. Prueba de este arraigo es que el chiste tiene múltiples variantes y ha sido versionado por humoristas como Faemino y Cansado, Manel Fontdevila, cineastas independientes y publicaciones satíricas como El Mundo Today o El Jueves.
Y más tarde adelanté a tres caminantes nocturnos que no respondieron al saludo. Rencoroso como ya he confesado, di la vuelta en la rotonda y con la cabeza bien alta los dejé ciegos.
En casa comprobé que había dos ampollas en sendos dedos. Si no es una cosa es otra. Qué lejos está el maratón todavía y cuánto achaque por pasar.
Termina febrero. Se me ocurre contar los kilómetros hechos: doscientos diecisiete. Pero. Los que hice de madrugada, con vendaval, disfrazado, en cuestas de un veinte por ciento de pendiente, todos esos han de valer doble. Cuatrocientos kilómetros, pues. No acepto ni uno menos.
Como el Ave Fénix resurjo de mis lesiones