Lun, 07 Out 2019, 23:10
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump
Cuaderno de bitácora. Sexto año del gato. Día 92. (6 de octubre)
Lumbago rima con Chicago y con la forma de la primera persona del singular del presente de indicativo del sinónimo del verbo excretar. La mala noticia es que la espalda va a peor, la buena es que me deja correr. De momento.
El fin de semana coruñés fue, dolores y resfriados aparte, sociable, fácil, agradable. Cuando se dice inocentemente eso de ya sabéis dónde tenéis vuestra casa, puede ocurrir que alguien os tome la palabra y se plante allí. En Oza, que desde un tercero acogedor no es Mordor. Gracias, Eloy y Ana.
El domingo nos acercaron hasta la Avenida de la Habana y pedimos el segundo café. Yo no encontraba postura ni sentado ni de pie y me daba a todos los diablos. Desistí de intentar el rodaje previo, removí el azúcar encorvado, que ni croissant quise, encorvado visité el baño y encorvado entregué la bolsa en el guardarropa. Se nos echaba el tiempo encima y me dirigí trotando al punto de la quedada. Sorprendentemente al cambiar a un paso rápido notaba alivio y era capaz de enderazarme.
Llegamos para nada: la reunión de las nueve y cuarenta ya no existía a y cuarenta y uno, más una jornada laboral de funcionario que una fotografía de amigos. Vi escapar apurados, furtivos y embozados, huyendo como si les quemara la sombra, a los dos provectos que después en carrera no tienen tanta prisa.
Al menos el acelerón había servido para animarme. Quedaba casi un cuarto de hora antes de empezar y aproveché para sumar, si no los seis que dictaba el plan, al menos dos o tres kilómetros. Arrancaron y yo seguía en círculos, algunos me miraban con extrañeza y otros con lástima, pobre, y no por primera vez pensé en grabar una camiseta explicativa: No soy tonto, es que estoy preparando un maratón. Peores cosas suelen imprimir en las competiciones de esta ciudad.
Por fin me colé por la parte trasera del pelotón y mantuve el ritmo tranquilo y cómodo. Las piernas van bien, el corazón va bien, la cabeza va bien (sí, va bien). La garganta, fatal, la nariz, derruida. Afónico y sin respirar, boqueando, convertí la sesión en el mayor ejercicio anaeróbico de la historia.
En los cruces vigilaba, por entretenerme, a los que marchaban delante y detrás. Un keniano desconocido iba en cabeza; le perseguían rostros conocidos de la semiélite con aspiraciones, gente que por querer salir del banquillo por sentirse titular acabó por salir en los titulares por sentarse en el banquillo. Me gusta el olor a EPO por la mañana.
Y por terminar pronto y sonarme, y porque yo lo valgo, aumenté la velocidad en la segunda mitad. Sin exhibiciones, sin provocar, que no pareciese que. Apenas insinuando... Y en el proceso atrapé y rebasé a Montse, que no me había esperado.
Doce kilómetros y medio en una hora y tres minutos.
Pero al detenerme, inmediatamente la espalda soltó un latigazo. Ya no es que me permita correr, es que me obliga. De modo que si me veis corriendo será que me duele y si estoy parado no, un lesionado invertido (con perdón). Seré como esas señoras que van todos los días al médico y sólo faltan cuando están enfermas.
En A Coruña saludo a más personas que en Vigo. En la cafetería, en la acera, en un abrazo rápido, hablando del diario, presentándonos, de cervezas o de comida posterior. La mayoría venía de hacer marca personal o ganar un trofeo. Aunque yo soy más lento, mi sueño me lleva más lejos que a ellos. Y a Chicago iré con la cinta personalizada que me regalaron. ¡Gracias!
Aún tengo otro problema. Por la febrícula me han salido unas ampollas (con perdón) en el labio. ¿Qué hago?
a.- No me afeito y voy con unos pelos ralos y canosos que ningún hipster aprobaría;
b.- me afeito la barba y dejo el bigotillo como un italiano; y
c.- no voy al maratón.
Urge la respuesta.
Como el Ave Fénix resurjo de mis lesiones