Dom, 14 Feb 2016, 10:49
Asunto: Re: El Correo Papalegüense (edición online)
Al final, ha ocurrido lo mismo de siempre. Se anuncia un temporal apocalíptico, abracadabrante y devastador, las siete plagas de Egipto, se suspenden carreras y eventos por todo lo alto y ancho de la geografía gallega, y el día de autos va y se presenta una mañana estupenda.
En cualquier caso, por lo que he podido comprobar hasta ahora, no creo que el cambio de fechas me vaya a quitar de disfrutar de la carrera a la que tenía pensado ir, la del
río Rato, aparte de que ahora podré verme las caras con
Andrés61 y
Meigalicix, pero, a pesar de ello, se me queda muy mal cuerpo de tener que pasar un domingo encerrado en casa, como un viejo cascarrabias, buscándole las vueltas al termostato de la estufa.
Y es que hoy además no es una fecha cualquiera. Es San Valentín. El día en que los enamorados/as de todo el mundo,
arramplan con el stock de cajas rojas de los supermercados, y le arreglan el balance de cuentas a Nestlé.
Para mí, por supuesto, como solterón empedernido que soy, el asunto carece por completo de significación, y en cualquier caso, me resulta harto complicado sobreponerme a la dicotomía eternamente existente, entre lo que son estos amores oficiales, de cara lavada y convenientemente apalabrados, y esos otros, infinitamente más jugosos, que son los clandestinos, los furtivos, los no correspondidos, los cobardes, e incluso los abyectos.
Me refiero al que uno siente por la dependienta de la farmacia, o por la jovencita a la que da clases de flauta, o ya poniéndonos en el peor de los casos, por la mejor amiga de su esposa, el hermano de su marido, o el caniche de tu suegra…
Como runner que soy, además, veo un claro paralelismo en toda relación con una archirrivalidad de las nuestras. Siempre hay uno de los miembros de la pareja que va ligeramente destacado, reservando fuerzas para dar el hachazo más adelante, y otro que sufre a su zaga, poniendo toda la carne en el asador con tal de no perder comba. Contando, uno por uno, los milímetros de agonía que le restan antes de enfilar esa apoteósica recta final, con esprint explosivo sobre la alfombra de meta, y ramo de bodas volando por los aires.
Pero esto, con ser ya de por sí dramático, no es en ningún caso lo habitual, sino solamente la punta del iceberg de las bajas pasiones humanas.
Sí, incluso los runners, (tú también, hijo mío), vivimos soñando despiertos con nuestras propias y personalísimas pesadillas inconfesables.
Pues, a ver si no como se explican las palizas que domingo tras domingo nos metemos entre pecho y espalda. Y no me refiero con esto exclusivamente a los maratones de montaña.
Tiene que haber una fuerza mayor, un anhelo superior, que el del chute de endorfinas, que dicho sea de paso, sabe a bien poco.
Tanto sacrificio, sin un altar máximo al cual ofrendarlos… Como que no.
Y es que lo cortés no quita lo caliente. Que el estado civil no es óbice para que luego uno ande por ahí haciendo sus pinitos. Porque a Manolo Escobar puede que le gusten mucho el vino, los toros y las mujeres de España (¡¡¡España y olé!!!), pero donde se ponga una sueca de carnes prietas, que se quite todo lo demás.
Además son estos amores, los que se encuentran en la sombra, en el lado oscuro de la fuerza, los que en realidad mueven el mundo, y por ende, más importante aún, la economía mundial. De no ser por ellos… Estaríamosche bos!
Y por último una reflexión de propina. El amor verdadero tiene en realidad mucho más que ver con el sexo (con la coyunda pura y dura) de lo que la gente cree, puesto que cuando aparece, que aparece cuando a él/ella le sale de ahí, es siempre tocando los **jones.
Esta publicación no es un juguete, no se la dé a niños menores de 100 años. No la arroje al fuego, ni aún vacía de contenido. En caso de intoxicación accidental acuda a la mayor brevedad posible al servicio de urgencias psiquiátricas más cercano.