Lun, 01 Dec 2014, 20:46
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump
Cuaderno de bitácora. Primer año del gato. Día 147. (30 de noviembre)
Fin de semana de pintxos y pies. Me gusta compartir carreras con los maratonianos, acercarme un poquito a esa aventura. Algún día caerá. Y como me gusta Donostia (y cómo me gusta Donostia) no lo pensé mucho. Interminable viaje en autobús, descansito en la pensión y al lío. Ya en la feria del corredor saludamos a Pedro y Rubén Diz. Mientras yo tomaba unas tapitas y sidra que nos ofrecían, Irdam se hizo una prueba de pisada: le salió la planta de Kunta Kinte, sin dedos. Caras de preocupación, gesto serio, le dan un certificado, ahí se va tras haber dejado huella y yo haciendo reportajes online del asunto. Unas llamadas y encuentros, y con José Ángel (que debutaba), Berto (sin él no habríamos ido siquiera) y una guía local nos fuimos a callejear. Ahora ya somos tres más los que queremos vivir allí, en todo el fin de semana sólo dimos con una persona que no fuera encantadora... y resultó ser gallega. Comimos y bebimos todo lo adecuado antes de la prueba, fritangas, txakoli, zuritos, patatas bravas, y a medianoche dijo Berto: los únicos que van a correr mañana y están todavía por los bares somos los porriñeses. Y con esa irrupción de la realidad dimos por buena la jornada y nos retiramos.
Cuatro o cinco horas después ya estábamos con el desayuno, yo que soy señorito no quise tomar la leche con nata y esperé (error), confraternizamos con otros pensionistas que iban al 42K y nos llevaron en coche. Tomé mi sano croissant mañanero y llegamos al estadio, ambiente, nervios, suerte para todos, intento calentar para bajar de 45 minutos como había asegurado de copas, pretendemos seguir a Nimo en su rodaje (otro error). Los del 10K salimos antes, ahí voy convencido de mis posibilidades, pero compruebo que esto no va a ser la Behobia en aplausos, al menos para nosotros. Mucha mucha participación femenina (un 37% nada menos), y al ratito los pintxos, las cervezas y el croissant amenazan con adelantarme, qué mal me encuentro. De 4'28" paso a 5'16", casi querría abandonar... y me abandono, me dejo ir, sólo levanto cabeza y sonrisa cuando veo a mi amiga con la cámara, hay que disimular, y después ya sin testigos conocidos vuelvo a las penurias. Acabo porque hay que acabar y porque la meta es en Anoeta. Objetivo no cumplido, tampoco pasa nada, lo importante es que haya salud.
Me visto, tomo un powerade y un par de vasos de caldo y me quedo a esperar a los de verdad, los de la media y sobre todo los maratonianos. Me van dando el parte, tanto Irdam como Ángel están en carrera. Los tres primeros del 21K cruzan de la mano. Voy entrando y saliendo del estadio para seguir a todos. Veo pasar los globos de 2:30', 2:45', es emocionante ver esos grupos compactos de populares de nivel, apretando los dientes y a por buenas marcas, aún les queda otro tanto, ánimo. Pasa José Ángel, fantástico, el que vale vale. Detrás Isaías, ya para acabar la media. El año que viene la hago yo también, decido. Mientras, me encuentro con la novia de Pedro, muy nerviosa, juega en otra liga pero cada uno sabe las mil historias que hay detrás de su maratón. Ya hay mucho ambiente, se juntan los que sufren en la distancia corta con los que vuelan en la larga, y oigo los coches de la organización y es Nimo quien viene en solitario, le grito un Pedrooooo que envidiaría Penélope Cruz, qué alegría, de nuevo triunfa en Donostia, campeón de España, y presumo de paisano con los que tengo a mi lado.
Aparece Irdam ya cambiado, comentamos, y me dice que está cojo, se descalza y me enseña un dedo, el dedo que ayer no salía en el podólogo. Una cosa morada, horrorosa, fea, de las que no enamoran. Tiene mérito correr así. Llega justo a tiempo para vivir un momento behobiano, cómo un atleta se para lesionado a quinientos metros de la meta y es materialmente levantado por el clamor del público como por telequinesis. Nos acordamos de que tenemos dorsales VIP y volvemos al campo con la acreditación para preguntar por los servicios médicos. A la vista de la tarjeta se nos abren todas las puertas, creo que Moisés tenía una de éstas cuando lo del Mar Rojo, cosa portentosa. Le atienden y yo me quedo a pie de pista dando la enhorabuena a los que llegan felices, hago unos selfies, intento imaginarme cómo será eso, aparecen los compañeros del hostal. A Isaías le han drenado la herida y hecho unas morcillas con toda la sangre que había, le tratan estupendamente para no variar y ya más recuperado nos vamos a coger un autobús (todos son gratis ese domingo, para corredores y no corredores) hasta la pensión. Nos perdemos la entrada de José Ángel, que hace un neto de 3:32' sin apenas preparación y trasnochando.
No lo alargo más. Quedamos por el casco viejo hasta la hora del regreso, nos despedimos de Berto, de Donostia, prometemos volver todos para la Behobia, nos vamos cansados pero contentos, vemos la tirita de Isaías unas cuantas veces y al final el dedo que ya está de color humano, dormimos lo que podemos en el viaje y llegamos de mañana para ir a trabajar. Pienso repetir, aunque a lo largo del día tuve momentos de arrepentimiento.
Grandes tertulias: por qué no se puede ir a un triatlón con cestita en la bici, por qué 400.000 euros me mejoran la vida pero no me la cambian, dónde está la línea que separa el ibuprofeno del dopaje, cómo pueden estar todo el día de bares en esta ciudad, por qué el autobús tiene que hacer tantas paradas y otros misterios de la existencia.
Como el Ave Fénix resurjo de mis lesiones
Última edición por DoctorSlump o Ven, 22 Mai 2020, 21:30; editado 5 veces