Sáb, 11 Ago 2018, 9:51
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump
Cuaderno de bitácora. Quinto año del gato. Día 36.
La rodilla ha alcanzado un estado que no es lesión ni sobrecarga, es otra cosa. Duele al dormir, al andar, al nadar. Sobre todo al doblar la pierna. No puedo agacharme, es como ser aserrado
por detrás. Bajar escaleras, entrar en el coche, salir de cama: ahí está la rodilla teniendo algo que decir. No me va a abandonar, mi nueva compañera de por vida. Cada aliento que tome, cada movimiento que haga, cada atadura que rompa, cada paso que dé, me estará vigilando.
He cambiado de isla, de Zakintos a Kefalonia, y con ella llegó el caos, ya que no el escándalo. Perdida la reserva del coche de alquiler, perdida la reserva de la habitación. Les enseño los emails, las transferencias bancarias, sus respuestas confirmando, y los miran como si fuesen grietas en la pared, pelusillas en un pantalón, uñas un poco largas, y uno en el sofá recostado. Esa sensación de
algo habría que hacer al respecto, sí, ahora no, luego...
Pero en Grecia la voluntad es buena y suple la ineficiencia. El resultado es que estoy instalado en el piso de los hosteleros, con mi cuarto pegado al suyo, y desayuno con esta pareja de casi octogenarios, yo el café, el melón, las tostadas con mermelada y tahini, ellos las pastillas que les toquen ese día.
Hoy, que iba a salir a rodar por Argostoli, me atraparon con la mesa puesta y esperando por mí. Si intento competir en madrugones voy listo. Alimentado, agradecido y con información privilegiada modifiqué la ruta. Más tarde de lo previsto, pero todavía temprano, me acerqué hasta el puerto a ver tortugas Caretta-caretta, oooh. Y después a correr.
Subí hasta la colina en busca del Memorial Acqui Division, dedicado a los más de nueve mil soldados italianos asesinados (la palabra es correcta) aquí en la II Guerra Mundial. La historia es la que se cuenta en "La mandolina del capitán Corelli".
Parada. Puesta en marcha. Continué hasta el faro de Agioi Theodoroi entre playas de guijarros limpias y transparentes.
Nueva pausa. Caminé hasta Katavothres. Hay un sumidero mágico. El agua desaparece en la piedra y por canales subterráneos surge en Karavomilos, a quince kilómetros de distancia y por encima del nivel del mar.
Y regresé al trote a la casa, donde la señora me dio de beber abundantemente, y ésta es la tercera obra de misericordia corporal con que me auxilia, más una o dos espirituales.
Cuando el dentista os aplica el torno en los dientes y os huele a quemado y os cae marfil en la lengua e imagináis que os la va a cortar y es horroroso y saliváis y os ahogáis y duele, duele mucho, no, no es cierto, realmente no duele pero es sumamente desagradable y grimoso y antinatural, es peor que el dolor, es como si os perforasen el cerebro, y sólo queréis que pare, que pare, que pare, pero aguantáis. Así está mi rodilla. Esto me transmite. Pero aguanto.
Un gato en el dentista sería muy cruel
Como el Ave Fénix resurjo de mis lesiones