DoctorSlump escribió: |
Cuaderno de bitácora. Séptimo año del gato. Día 270. (2 de abril) Los Boston Buddies atacan de nuevo. Pretenden montar una carrera virtual de relevos de una hora que dure un mes entero sin interrupción. La fiesta infinita. Más de cinco mil tandas, cada una con su inscripción y destinando lo recaudado para una fundación. Por supuesto, es imposible. Por supuesto, son capaces de conseguirlo. De modo que por la noche y ya casi acostado me encontré enredado en ello, porque hacen falta participantes de las franjas europeas, asiáticas u oceánicas para cubrir todos los turnos. Y me levanté mal dormido a un día frío y húmedo y sin saber para dónde tirar. Hacía un año que no corría sesenta minutos. Bah, pensé, aguanto sin torcer una ceja lo mismo un trotecillo que un diezmil, una media en el jardín que un maratón (aunque esto sólo con mucho público): si estoy convencido del objetivo, muy raro será que no lo cumpla. Y decidí ir hasta Sacido en principio. Pero al empezar a calentar en vueltas al edificio y el ciprés centenario que lo adorna, cambié de idea y fui hacia el parque, y luego al paseo, y el puerto, y descarté la carretera, más dada a atropellos y extravíos, y probé a rodar por Viveiro. Apartándome lo suficiente de los obedientes, cruzando de acera si era necesario, buscando zonas poco transitadas y abusando del gerundio en este párrafo, iba transcurriendo lentamente el tiempo. En cierto momento atravesé las dunas por el camino de maderas y entré en la playa de Covas. La arena estaba firme y se pisaba sin dificultad. En la parte occidental marcaban el final Os Castelos, unas formaciones rocosas como tailandesas; en el extremo contrario cedía el suelo por blando y hube de huir milagrosamente de sus fauces movedizas antes de ser engullido cual cazador en película de Tarzán. A ritmo tranquilo y sin problemas de rodillas o endemismos varios, completé once kilómetros y mi aportación a la causa. Entregué imaginariamente el testigo a la chica que continuaba la serie y recibí la felicitación y el agradecimiento de la famosa y conservada eternamente joven Kathrine Switzer herself. Cuidado, que si ahora no se estrechan las manos sino que se chocan los ángulos de los brazos, yo al menos me codeo con gente importante. |