Dom, 19 Abr 2020, 21:28
Asunto: Re: El Correo Papalegüense (en arresto domiciliario)
No quiero ni pensar lo que diría la señora Minducha si supiera que me paso mis días enclaustrado en casa, escondiéndome de un bichito microscópico.
Seguramente me arrojaría encima una de esas frases lapidarias suyas, que después de tanto tiempo en cuarentena, y con la autoestima en los alambres, solo sabe dios los efectos que tendría.
Y es que, de lo poco runner que tenía, casi puedo asegurar que ya no me queda casi nada. Intento mantenerme, con peor o mejor acierto, tirando de la vetusta bici estática, o incluso, intentando moverme por el pasillo con un mínimo de fase aérea al que aferrarme, pero son medidas paliativas.
Gracias a dios, la señora Minducha ignora lo precaria de mi situación, de lo contrario no dudaría en lanzar una ofensiva aforística demoledora.
Cinco semanas viviendo como un dalit, como un intocable, la casta más baja de la India, haciendo labores impuras como salir a la calle a comprar al supermercado rodeado de otros muchos dalits, o incluso fregar sanitarios (con perdón de los sanitarios), pasan factura.
Es más, si mi pertenencia a la casta de los dalits se prolonga por mucho más tiempo, tal vez se alcance el punto de no retorno. No lo sé. La cruda realidad es que le estoy cogiendo el gusto a ser un intocable. Nunca he sido un gran socializador, y ahora, lógicamente, menos aún.
No sabemos tampoco, además, cual será el siguiente giro argumental de esta increíblemente aburrida película de serie B, en la que estamos inmersos. ¿Vendrá también un asteroide, godzilla, los malvados hombres pangolín, para complicar un poco más una trama que, definitivamente, hay que reconocerlo, ha encallado?
Porque, amigos, no quiero permitirme el lujo de frivolizar con lo que está ocurriendo con esta pandemia de m*****, pero, más de un mes que llevamos, sin visos de solución, y sobre todo nosotros, los runners, deportistas al aire libre, convertidos en población reclusa, conduce a la inevitable conclusión de que el remedio va a ser peor que la enfermedad.
A lo mejor es un poco irresponsable presionar en redes sociales u otros medios para que el gobierno atienda o estudie nuestro caso, con la que está cayendo. Pero me niego a aceptar que no pueda haber alguna forma de regular la práctica deportiva en el exterior, de forma que no implique un riesgo de contagios.
El hecho es que se habla (más bien se rumorea) de permitir correr a la gente alrededor de la calle, o manzana, en la que vive, sin salir de su barrio o alejarse más de una distancia de uno, como mucho dos, kilómetros de su domicilio, lo cual me parece, con perdón, directamente estúpido.
Se llenarían las calles de gente hiperventilando, necesitadas por tanto de un mayor radio de distanciamiento social, y que se sumarían a las que de hecho ya hay, legalmente, para hacer compras de medicinas, alimentos, pasear mascotas, etcétera…
Y yo me pregunto... ¿No se puede hacer de otra manera? Ahora que sobran espacios en nuestras ciudades, no se puede organizar la cosa de alguna forma, a través las redes sociales, de alguna aplicación, para habilitar lugares y horarios para que todos/as podamos correr por turnos. Básicamente nada muy distinto a lo que sucede cuando vamos al supermercado…
Y no lo digo de broma. La tecnología moderna lo permite. Pero en ningún sitio se ve siquiera intención de ello. ¿Tecnología? ¿Dónde estás? ¡Ratita, asoma la colita!
En fin, parece que a nadie le importa esto. Haría falta tirar de colaboración ciudadana, y eso parece ser, es un concepto que a los meridionales se nos escapa, y, por lo tanto, hemos de permanecer a buen recaudo en nuestras jaulitas de ladrillo.
Bueno, no me extiendo más. A falta de pan, buenas son tortas, que dice el refrán. Hoy entre el toreo de salón, el banderilleo de pinza y tendal, las procesiones del paso cansino, y la etapa diaria del tour sin porvenir, conseguí que me sudara un poco el sobaquillo. Lejos, no obstante, de aquellas camisetas chorreando empapadas tras venir de ver a mis conejillos del parque de la Lonia… Ay, que me pongo nostálgico, y no quiero llorar…
Esta publicación no es un juguete, no se la dé a niños menores de 100 años. No la arroje al fuego, ni aún vacía de contenido. En caso de intoxicación accidental acuda a la mayor brevedad posible al servicio de urgencias psiquiátricas más cercano.