Xov, 23 Xul 2020, 22:09
Asunto: Re: El Correo Papalegüense (Desafío 14 ochomiles: Finaliza
El reto de los ochomiles papalegüenses tenía que tener un final apoteósico, como corresponde a la última cima, el
Vellerest, la más alta del planeta. Del planeta imaginario.
Y allá que se ofreció
matogrosso a acompañarme, e incluso a diseñar un recorrido adecuado al tamaño del desafío, con, como única condición, que debía rematar en
el mirador de Velle.
Nada de peceras urbanas, ni de cómodos rodajes en llano para reservar fuerzas. Esta vez había que poner toda la carne en el asador, e incluso, atreverse a jugar con el riesgo, ¿por qué no?, de que, con las temperaturas imperantes de esta semana,
Sparkland cociéndose bajo la ola de calor, nos pasase algo. Ahí lo dejo.
Evidentemente esperé al día propicio, pero este no llegaba. Pudo haber sido el lunes, pudo serlo el martes, pero el termómetro no se bajaba de la burra, al contrario. Añádasele a eso ciertas dosis de autosabotaje, con un par de nochecitas empapado en sudor, dando vueltas en la cama, y pensando todo el rato en lo tragicómico de, después de pelearme bravamente con los anteriores 13, morir ahora ahogado en la orilla.
Así el miércoles, con las calles oliendo a fritura de asfalto, y el polvo del camino a la
Lonia más abrasivo que nunca, iniciamos la marcha. No era mi idea aumentar el cupo de dificultades, pero dado que había algunos nubarrones en lontananza, tuvimos que adelantar la hora de partida, no fuera a ser que nos pillara una tormenta, y se malograse el intento.
Súmesele a ello que, en cualquiera de las cumbres, era como condición inviolable el no detenerse jamás, por ningún, motivo. Ya fuera beber agua o evacuarlas. Menores o mayores. Las normas de la casa de la sidra.
Así por las cuestas de
Velle, enfundados en nuestras equipaciones de los
Grumpy Cats, de color negro, que no riguroso luto por lo poquito ribeteado en rosa, ains, íbamos siendo objeto de la perplejidad de los coches que pasaban, y de alguna que otra burla a grito pelao, justa y necesaria. ¡Vaya dos chalados!
Sí que sí.
Y me preguntaba, contrita, mi madre antes de emprender la marcha: ¿Pero tiene que ser hoy?
No puede no ser hoy. Dejarlo para más adelante es jugar con fuego (¿más?). El autosabotaje se alimenta de la procrastinación, y crece exponencialmente al acercarse al precipicio que marca la línea internacional del cambio de fecha. A las dos serán las tres. Y a tomar por saco el reto.
Pues bien, subimos aquellas cuestas con mucho tiento y sin florituras, pero entre la solanera y el cansancio acumulado por la tensión, y el propio desembolso de energías, a lo largo de estas semanas sin tregua, pronto me encontré únicamente dando todo lo que tenía. Escasamente ya la calderilla.
Fuimos aproximándonos así a los últimos 848 metros. Estamos en la zona de la muerte, le dije a
matogrosso, muy metido en su papel de sherpa. A lo que él me respondió: Que le va al pelo a la rampa que nos espera. Una subidita salvaje, en el último tramo del recorrido, desde el aparcamiento de Fenosa, casi al nivel de la presa, hasta el mirador.
Sherpacito, pasito a pasito. Suave, suavecito.
Un auténtico desriñone para acabar el desafío. Pero hubo poco de glorioso, y sí mucho de liberación. De alivio. De mandar a freír espárragos una más – sí, hijo, sí - de mis increíblemente absurdas ocurrencias.
Hubiera sido tal vez apropiado soltar alguna lagrimita en el mirador, y con ello darle más vuelo y dramatismo al desafío en su conjunto. Pero toda la liquidez, el valor en reales de vellón de mis humores corporales, se me había ido ya en sudor, además de que yo soy de la opinión de que a estos sitios hay que venir “llorado” de casa.
Una pareja joven que también estaba allí no dejó de mirarnos con extrañeza. Ya se sabe que la cima del
Vellerest es un lugar muy concurrido, pero no de runners, desde luego. Eso sí, su rostro cambió cuando sacamos o ondear la bandera de los
Grumpy Cats, y reivindicamos para
CorrerenGalicia, en horas bajas - ¡Viva CenG! - la gesta realizada.
Y después, aunque exhaustos, nos volvimos para casa, corriendo también. El
Vellerest ha sido la única montaña papalegüense que ha habido que desescalarla, y ya por eso, quizás, le advertí a
matogrosso que no se pusiera esas deportivas verdes que tiene, y que tanto le gustan. Pequeñas supersticiones del alpinismo-ficción.
¿Habrá nuevos retos? No lo creo. Nuevas estupideces mías, sí. Esas están garantizadas por ley, y hasta creo que la Merkel aparta fondos europeos, cuando nadie mira, para financiarlas.
Todo sería más sencillo si regresasen las carreras, los archirrivales, esos ánimos ocasionales de algún aficionado desde el quinto anfiteatro, y entre nosotros, los propios artistas del alambre… Ahora… ahora sí que se me humedecen los ojos… Desde que me dejaste se me cerró la ventanita del amor… Aunque con las ventanas abiertas entra todo el ruido de la calle. Músicas ajenas y lamentos compartidos.
En el año del señor del coronavirus, hubo una vez un desafío que obligó a las montañas más altas de la tierra a ir a Mahoma, y gastarse en ellas las suelas de sus deportivas, que son de goma.
Deportivas que sufrieron como las que más. Ahí quedan las abrasiones en las “Cangrejus”, que se han ganado la jubilación a pulso. Gracias.
Y gracias también al Ciripolen por contar, pesar y medir cada zancada con infinita paciencia, y precisión de papel milimetrado Centauro. Gracias a
matogrosso por ilusionarse conmigo y acompañarme al techo del mundo papalegüense. Mi techo.
Y gracias a todos los que os habéis pasado por aquí para animar,
Meigalicix, ck13, Freaky, 101, Andrés61… O simplemente para leer mis andanzas. Ojalá haya podido transmitiros una décima parte del disfrute de este reto, si no apasionante, al menos, lo bastante entretenido como para hacer frente a estos tristes tiempos de infeccioso aburrimiento.
Ustedes que me entienden,
Sir Edmund Hillary[, Tienzin Norgay, George Mallory – ¡Porque está ahí! - me perdonarán que el Vellerest no estuviera ahí, ni que ninguna de las otras montañas papalegüenses estuvieran tampoco ahí, sino solo en mi imaginación.
Ahí, aquí, allí, ¿A quién le importa? Lo importante es participar.
Ah, y cómo no, ya se me olvidaba, unas fotitos para la señora esa que valida que en efecto se ha hecho cumbre en los ochomiles.
as.com/ascolor/2018/04...82105.html
El gran legado de Miss Elizabeth Hawley, La Notaria del Himalaya.
Y, ahora sí, por fin, dos grandes deportistas.
Esta publicación no es un juguete, no se la dé a niños menores de 100 años. No la arroje al fuego, ni aún vacía de contenido. En caso de intoxicación accidental acuda a la mayor brevedad posible al servicio de urgencias psiquiátricas más cercano.