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El Correo Papalegüense (edición online)
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Papa-Léguas

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Respostar citando Envío Dom, 04 Ago 2019, 14:51
Asunto: Re: El Correo Papalegüense (edición online)

Un año más tocaba ir a Nigrán a correr por la playa. Es una cuestión de conciencia; cualquier día una mafia rusa monta una promoción inmobiliaria salvaje y privatizan hasta el último grano de arena, por mucho que en los libros del cielo estén todos contados, inventariados y referenciados.

El lugar pasaría de llamarse Playa América, a ser Playa Siberia, y, evidentemente, ya no sería lo mismo. ¿Imaginaría, me pregunto yo, el bueno de Amerigo Vespuccio, que un día le pondrían su nombre a una playa de la comarca del Val Miñor, para luego, así como así, arbitrariamente, quitárselo?

Afortunadamente, yo y unos cuantos más, estaríamos el sábado por allí para mantener viva esa carrera, esa playa, y su buen nombre.

Y entre ellos, un conocido de la afición, célebre por sus múltiples cameos en el Gatuno: El gran Isaías, también conocido por Irdam.

Este hombre es incombustible, pero eso no te librará de que te someta a un repaso pormenorizado de sus múltiples y variados descalabros, la mayor parte de ellos causados, en la opinión de todos los expertos consultados, por su querencia malsana a participar en maratones.

Brinda nuestro amigo a gran número de profesionales de la sanidad, sean estos de la seguridad social, o fisioterapeutas de aluvión, la posibilidad de demostrar el grado avanzado de ineptitud que atesoran, sin que ello suponga merma, evidentemente, en su habilidad para calentar las poltronas de su momio o sacar los cuartos al malhadado paciente.

No obstante nuestro amigo Isaías, todo hay que decirlo, no se quita de aportar su granito de arena (también contado ahí arriba) al agravamiento del problema. Ya tiene contratado el maratón de Chicago.

Y en estas estamos, contándonos las penas, que miramos la hora y nos disponemos con la logística y los últimos preparativos previos al calentamiento y la carrera. Ya se sabe, llevar esto o aquello al coche, dejar la nueva camiseta “Roly”, coger las gafas de sol, acicalarse a lo “pro”, menudencias…

La carrera es a las once y media, pero los coches están aparcados lejos, gentrificadamente lejos, y no podemos andarnos con distracciones. Apremio pues a Isaías para que se movilice, y con las mismas lo hago yo, pero, instintivamente, antes de arrancar hacia allá, me vuelvo sobre mis pasos, y en el tablero donde se encuentran las listas de inscritos, descripción de recorridos para cada categoría y demás, compruebo los horarios.

Y entonces me llevo la sorpresa. No es a las once y media el comienzo, sino a las once. Menudo batacazo. Con razón llevaba todo el mundo ya varios minutos calentando… ¡Y yo haciendo tiempo!

Miro el Ciripolen, y me queda nada. Si acaso diez minutos escasos para convencer a mis piernas de sus deberes y obligaciones, y prepararlas para lo que se les avecina. Tengo además que liberar la tensión hidropónica de mi vejiga, y ya no podrá ser sin abonar una pequeña cuota de exhibicionismo playero, carente por supuesto de los prescriptivos permisos gubernativos.

Es un calentamiento en el que no solo interviene la transformación de la fuerza motriz en energía calorífica, el nerviosismo de no ver por allí a Isaías, y el sentimiento de culpa de haber sido yo quien lo envió a la retaguardia, a aquel infierno de berlinas familiares ametrallando el menor hueco de parking polvoriento, me reconcomía por dentro, y la temperatura basal del organismo subía descontroladamente.

Buscando a Irdam desesperadamente. El taquillazo en los minicines estivales.

El grupo comienza a agregarse en torno al inflable de salida, y entre sus integrantes, alrededor de unos doscientos y pico (también contados, eso sí, en las más prosaicas tablillas de la FGA), no veo al bravo porriñés. Yo me lo he cargado. He eliminado a un archirrival en los despachos, y sin tan siquiera proponérmelo.

Entonces dan el pistoletazo, con ocho minutos de retraso que ni siquiera habrían servido para salvarle, y ya todo está perdido.

Echo a andar con la conciencia sucia. Qué digo sucia, sucísima. Tanto es así que ni me cuido ya de no meter los pies en ningún charco, o enredar las playeras en los festones de algas putrefactas en los que nubes de moscas buscan fortuna y gloria.

Pero la vida sigue, y tras un par de minutos iniciales de abatimiento y autodesprecio, considero que una carrera por la playa es demasiado valiosa como para dejarla escapar. Veo archirrivales al frente y comprendo que no puedo rendirme, el instinto (de superación del que va por delante) es más fuerte.

En el cruce de la vuelta pequeña escudriño entre las escamas de la serpiente multicolor. Tampoco.

Debo por tanto certificar el peor de los escenarios, y aquí no me refiero, al de la playa en sí, que en su caso solo cabe calificar de esplendoroso. Cada poco un cuerpo escultural nos sale al paso batiendo palmas, como si en realidad fuéramos dignos de tal merecimiento.

Me vengo arriba, y diviso varios grupos de corredores entre los que identifico a un archirrival con largo historial de afrentas y agravios, por lo que decido aplicarle la ley de fugas. Aquí te pillo y aquí te mato. La defenestración de Isaías, como en la peli de “Los Inmortales”, me parece haber aportado la fuerza extra necesaria para acometer la caza y captura del insurgente.

Y entonces, tras el giro de la vuelta grande, al final del arenal, y después del cual se ponía ya rumbo definitivo a la meta, atisbada ya desde la lejanía, me tropiezo con nuestro largamente añorado Irdam, bien arropado en uno de los múltiples grupos perseguidores.

Isaías es un superviviente. Un superviviente en letras mayúsculas. Un superviviente que haría palidecer a la mismísima Pantoja.

Hemos de ser felices pues nuestro hermano estaba perdido y lo hemos encontrado. Hay más alegría en el cielo por una oveja perdida que vuelve al rebaño, que por el rebaño haciéndose vitorear y jalear por los bañistas, los y las, medio en cueros.

Y, sí, aunque en un principio la meta de la Nigrán Area, se ve lejos, a tomar viento, poco a poco, las zancadas cortoplacistas, pero constantes, la van trayendo hacia nos.

He de medir las distancias. El archirrival está en el punto de mira, y solo falta apretar el gatillo, pero no puede ser ni antes ni después del lugar establecido. Podría arriesgarme a crear un revuelo excesivo en el pelotón y que la operación se echase a perder. No podía tirar por la borda tantos kilómetros de carrera anfibia, incluyendo pasos por la ría, con gran exigencia hidromecánica para las “Cangrejus”. En todo momento sorteando obstáculos móviles y población civil diversa, amén de bastante ligera de ropa, con la gran responsabilidad que ello conlleva.

La meta ya se avizora pronta. Es el momento de encender el turbo y proceder al adelantamiento. Ha de ser limpio, cualquier marrullería desluciría mi actuación ante el numeroso público que se concita en los márgenes de la recta de meta. No obstante, no debo esperar a llegar a ese punto, pues allí no me podría beneficiar de la nocturnidad (¿perdón?) y alevosía. Un esprint con público sería una lotería, y mis opciones de salir de allí indemne psicológicamente, se reducirían a la mínima expresión, aún ganando.

Lanzo mi ataque y tras unos instantes en los que la presa reacciona resollando violentamente, por fin consigo domeñarla. No se ha rendido sin presentar batalla, pero digamos que el coste ha sido bastante inferior al presupuestado.

Posiblemente no iba muy católico ya. Yo tampoco estoy ya muy firme en mi fe corredora. Aflojo un poco, y un germen oportunista, que venía siguiendo mis pasos con sigilo, me acuchilla sin piedad ni conmiseración alguna delante de las miradas de la gente, siempre deseosas de ver teñirse la arena de sangre.

El final ha resultado como uno de esos documentales de insectos en los que se van comiendo unos a otros, sin apenas pasar de una escena a la siguiente. El frenético ritmo destructor, y a la vez purificador, de la naturaleza, explayándose con sus miembros más insignificantes.

Tomo aire y espero un rato a que llegue Irdam para saber de su peripecia vital, y en caso necesario, disculparme. Pero no ha lugar. Llega exultante. Está feliz.

Como yo suponía se subió a la carrera en marcha. No aparecerá en las clasificaciones, ni su nombre figurará con honor en las acreditaciones de los jueces de la FGA, pero por lo visto sí en las del cielo, ese inmenso cielo azul bajo el que solo somos seres diminutos en busca de un mínimo, y esquivo, soplo de brisa que traiga un poco de paz para nuestros exhaustos y recalentados espíritus. Mas no cabe lamento alguno, pues todo está contado, incluso los ausentes, o rehusados, en los archivos del séptimo cielo. Cosas de las endorfinas.

Su intención era la de probarse, de inquirir a su cuerpo si estaba dispuesto a someterse, una vez más, a la furia apocalíptica de un maratón, el maratón de Chicago, y la respuesta había sido afirmativa.

Si nuestro propio cuerpo nos tolera y consiente todos los caprichos y desafueros de la mente. Si el abuelo que somos, le compra la piruleta al nieto que nos creemos… ¿Qué más queremos de la vida y del verano?




Esta publicación no es un juguete, no se la dé a niños menores de 100 años. No la arroje al fuego, ni aún vacía de contenido. En caso de intoxicación accidental acuda a la mayor brevedad posible al servicio de urgencias psiquiátricas más cercano.
DoctorSlump

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O Xibao, Tomiño
Respostar citando Envío Dom, 04 Ago 2019, 21:28
Asunto: Re: El Correo Papalegüense (edición online)

Fantástico, Cristóbal.

(Y que me tenga que enterar por tu crónica de las andanzas de Isaías cuando nos whatsappeamos todos los días...).

Como el Ave Fénix resurjo de mis lesiones
Papa-Léguas

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Respostar citando Envío Lun, 05 Ago 2019, 17:16
Asunto: Re: El Correo Papalegüense (edición online)

Gracias Dani por tu comentario laudatorio.
En reciprocidad he dedicado media tarde (que bien podría haber sido de playa, máxime con borrasca en ciernes) a colmar de mimos, carantoñas y arrumacos a nuestra mascota de temporada estival, el gato "bianconero" Manduqui, que si no me equivoco ya conoces, por fotos de él que te hemos mandado.
Incluso hemos estado cerca de emular aquella imagen icónica tuya, en la que te habías quedado sopa con Penaldo recostado sobre tus partes pudendas. Por desgracia lo nuestro no es tan "profundo"...

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Respostar citando Envío Mar, 13 Ago 2019, 11:59
Asunto: Re: El Correo Papalegüense (edición online)

Dicen que las vacaciones son para descansar, pero en absoluto. En mi caso, de hecho, tal vez sea el periodo del año, deportivamente hablando, de mayor actividad.

No hay día en que no ocupe mi ya anciano cuerpo en juegos y aventuras propias de adolescentes. Que si vámonos con la piragua a tal o cual islote abandonado en medio de la ría (muy recomendable uno llamado “O Areoso”, todavía un poco lejos de nuestro horizonte de acontecimientos, pero que se intentará, tenedlo por seguro), que si cojamos las bicicletas y hagámonos un recorrido molón por los mil y un vericuetos de la costa local, que si pachanga de futbito con sobrinos, sobrinos-primos y adláteres varios en edades precoces (para al final ir a tener un encontronazo con matogrosso, canilla con canilla, y recordar, vívidamente, por qué los deportes de contacto ya no son para viejunos), que si vámonos nadando hasta aquellas rocas, y desde allí hasta la boya amarilla del otro lado, y luego la naranja... Todo ello sin tiempo siquiera de coger aire entre brazada y brazada.

Y, sí, toda esta barahúnda de disciplinas paralímpicas, sumadas a la agenda habitual de running consuetudinario, me están reportando una mejora perceptible en mi condición física. De hecho, me he despojado de algún que otro kilo este agosto, a base, claro está, de no parar de quemar kilojulios.

Y ello sin llevar a cabo una operación tan agresiva e intensiva como la de los monos aulladores del año pasado, lo cual es cosa de agradecer.

Desgraciadamente, toda esta pérdida de grasas ejerce un indeseable y poderoso efecto llamada a todo aquello capaz de contrarrestarla. Refiriéndome aquí a la depredación de chucherías infantiles, polos, helados, bebidas carbonatadas, chocolates, aperitivos salados y bollería industrial, que se dispara también.

Y eso por no hablar del peor y más dañino de mis dulzones enemigos: La tarta al whisky.

Tarta al whisky de media pieza, y regada, como mandan los cánones, con un generoso chorrito del ingrediente que le da nombre. Una práctica que debería estar sancionada por la UCI, la AMA, la IAAF, el COI, la OMS, el partido comunista de las Bahamas y el matamoscas de la señora Minducha.

Pero, qué le vamos a hacer, la carne es débil. Al menos, supongo yo, se me dejará participar en futuras competiciones bajo bandera blanca, metido en el grupo del ANA (Atletas Neutrales Autorizados), junto con todos los “ruskys” en proceso de purga “dopinguera”. Peor hubiera sido, ya lo sé yo, haberme metido en el de los Atletas Neutrales Obnubilados (ANO)…

Y mientras tanto, deshojo la margarita en cuanto a la siempre complicada decisión de si voy o no a ir a alguna carrera esta semana, última de vacaciones: ¿Corrubedo, Baiona, Portonovo, todas las opciones son ciertas, ninguna de las anteriores, no sabe/no contesta, o como decía Raphael, Queeé sabe nadieee???!!!

Teóricamente en estos días de vorágine mis ritmos de carrera deberían haber aumentado, pero de lo único que estoy seguro es del aumento de los dolores en músculos, articulaciones, y tendones, tanto de las piernas como de los brazos, así como demás miembros del cuerpo diplomático.

Parte de ello tuvo culpa, además de la lluvia y el mal tiempo, en mi renuncia a participar en la Subida al Pico Muralla de Rianxo. O dicho más escuetamente: Con tanta agua, me arrugué.

Pero no voy a caer, una vez más, en uno de los vicios más típicos de este, y en general, de todos los diarios de letras, el llamado El efecto de Von Restorff. Un efecto que la Wikipedia define tal que así: Tendencia de un individuo a situarse en un modo de queja continua, para ser recordado más y mejor que el resto.

No recuerdo bien si se había ya hablado de esto o no, aquí, en este foro. Por lo demás, nada que objetar. Las hemorroides hay que sufrirlas en silencio.

Saludos y saludas a tod@s

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beuckelssen

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Respostar citando Envío Mar, 13 Ago 2019, 13:52
Asunto: Re: El Correo Papalegüense (edición online)

Sufrir sin quejarse es sufrir pa nah.

Yo también soy de tu club; bueno, no del club de la apología alcohólico-respostera, sino del de la gente que en verano gasta más zapatilla y hace más deporte que el resto del año.
Andrés61

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Respostar citando Envío Mér, 14 Ago 2019, 6:01
Asunto: Re: El Correo Papalegüense (edición online)

Corra Joven Beu corra... Y Vd. Maestro corra... y caiga en el pecado capital de la gula.... Yo preparo la pretemporada... Nos vemos en Septiembre...
Papa-Léguas

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Respostar citando Envío Mér, 14 Ago 2019, 11:38
Asunto: Re: El Correo Papalegüense (edición online)

De nada sirve matarse a hacer series, eso está claro, si estas son del sofá a la despensa. Silbar
Un abrazo, estimados correlegas Beu y A61.

Esta publicación no es un juguete, no se la dé a niños menores de 100 años. No la arroje al fuego, ni aún vacía de contenido. En caso de intoxicación accidental acuda a la mayor brevedad posible al servicio de urgencias psiquiátricas más cercano.
Papa-Léguas

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Sparkland
Respostar citando Envío Sáb, 17 Ago 2019, 17:26
Asunto: Re: El Correo Papalegüense (edición online)

Un diario es muy esclavo. Vas a una carrera y lo tienes que contar en él, no importa si te lo has pasado bien, si te aburriste como una mona o si, por la razón que sea, prefieres olvidarla. Es como cuando en el colegio te mandaban hacer la redacción de la excursión, anclado ya a tu sombrío pupitre y con la "seño" impaciente por escucharla y corregírtela delante de los compañeros. Maldita la gracia que me hacía.

Encima tenía que conseguir que la clase se pusiera patas arriba de la risa (había que mantener unos estándares mínimos) y muchas veces la broma no daba para más.

Todo esto, evidentemente, me generaba un gran estrés oxidativo, pero al menos, al final, el truco funcionaba, y todo el mundo pensaba que yo era el que más se había divertido. Aun cuando en realidad me hubiera tirado el viaje entero atrincherado en un asiento esquinero del autobús, medio intoxicado con una empanadilla fatídica y soportando unos retortijones que, al menor descuido, aquello era la barquilla del Hindenburg. Implorando a los cielos el final de la travesía, para salir con bien de allí.

Y digo yo, que transcurrido el tiempo, y con todas las salvedades oportunas, cabe hacer hoy en día un paralelismo bastante aproximado con la experiencia actual de las carreras.

No. No es que en Corrubedo me lo pasara mal. Ni mal, ni bien, ni en un ápice diferente a tantas y tantas otras ocasiones.

El caso es que sin embargo esta vez, ante un escenario paisajístico de la talla del lugar que nos ocupa, un poco se me vino a la memoria esa sensación, ese recuerdo dormido en lo más profundo de mi sesera, enterrado bajo capas y más capas de sedimentos vivenciales. Lo que un día fueron fértiles limos, hoy, como por arte de magia se nos aparece cual resto fósil, apenas insinuado su perfil, en el corazón de la dura roca.

Corría pues por esos senderos con arrebatadoras vistas al mar infinito, en pelea eterna con una costa que parece descomponerse en pedazos ante los embates y la furia de sus espumarajos, pero que no se rinde; una costa agreste y que vende caro cada palmo de terreno, sean el hombre, o la misma naturaleza quienes traten de apropiarse de él; y sin embargo yo solo tenía un pensamiento en la cabeza: Mis piernas, mis quejicosas piernas y sus dolores siempre a cuestas, negociando cada zancada con tiento, con mucho tiento, para no darle nada a ganar a la lesión.

Corrubedo, las dunas, es un espacio protegido, pero yo no, me justificaba. Y con esas premisas levantaba la vista del suelo lo mínimo imprescindible. En una carrera con tantos terrenos diferentes, asfalto, arena de playa, roca desnuda, y estrechamientos del camino solamente aptos para ofidios, el esguince, la contractura, el chasquido fatal, y el crujir de dientes, acechaban en cada esquina.

No había además por qué arriesgar. No había archirrivales conocidos, ni por conocer, y no tenía sentido montarse una épica alternativa a la oficial.

El entorno invitaba a la contemplación, a llevar las pupilas de un lado al otro en sillita de la reina, y en absoluto a fijar la mirilla en la polvorienta estela del que brega azaroso por delante.

Yo que soy de interior, y, como mucho, una vez al año especie invasora de ría, no dejo de sorprenderme ante el espectáculo del mar abierto, henchido en su inmensidad oceánica, y desplegándose majestuoso enfrente de mis narices. Es una exhibición de tonos de azul, tantos cuantos se puedan imaginar, que nadie que se sienta remotamente artista, puede renunciar al deseo de incorporarlos a su paleta de colores. Aun siendo un paleto de libro.

Una experiencia difícil de compaginar con los padecimientos y la agonía del corredor, que se quiera o no, siempre prevalecen, y ponen a todo lo demás, por más que sea abundante en goce y hermosura, en un plano marginal.

Afortunadamente no pudimos escapar de tanta belleza, y el recorrido nos obligó a una maniobra de cabotaje entorno al faro, desde donde se podía presenciar en primera fila y con panorámica de 360 grados el combate entre cielo y tierra, mar y aire, infantería y artillería (fotográfica), dioses y mortales, sol y nubes, y todas las demás facciones implicadas en esta guerra mundial de las esferas celestiales, eterna e inmutable.

Eso sí, la carrera sí era finita, y desde ese punto, el regreso a la civilización, tomaba ya menos afanes, aunque también menor deleite. Tras una recta larguísima que servía de último mirador privilegiado, dejábamos a nuestras espaldas la parte procelosa de la carrera, y entrabamos en la más de andar por casa, más habitual, más indiferenciada, ayudándonos de una cuesta abajo en la que poder abandonarnos a la melancolía.

Un par de curvas a izquierda y derecha, y en un abrir y cerrar de ojos, todo habría desaparecido. La carroza de Cenicienta, una calabaza con ratones. Aquel deportista salvaje de nuestras imaginaciones, en perfecta comunión con una naturaleza descomunal, un carroza ya, sumido en cenizos estertores.

Olvidar nunca ha sido mi fuerte, y menos escaseando las fuerzas, pero el pasado es un lastre que un runner experimentado no se puede permitir. El presente es lo único susceptible de ser cronometrado.

Y sin embargo me quedaba la sensación, el capricho, de que esta carrera había sido diferente.

Ni siquiera en meta hubo lugar a un sprint. Entrabamos todos, quiero creer, satisfechos como quien viene del cine de ver una película colosal, y, ante el público de la llegada, siente esa extrañeza de cuando se encienden las luces, y, de pronto, también estaba allí toda esa gente metida.

No sé si algún día volveré a correr esta prueba. En el reparto de carreras que firmo todos los años con matogrosso, siempre ha sido de las suyas, una fija en el calendario, y el que este verano me la haya cedido, para ocuparse él de la más profana tarea de grabar el vídeo, bien me parece o un gesto de franca generosidad, o, si se prefiere, un caso de flagrante torpeza.

Termino diciendo lo que ya comenté en el hilo propio de la carrera. Excelentemente bien organizada, pese a la tropelía cometida con algunos infantes, a los que involuntaria, pero también inmerecidamente, se les privó de disfrutarla.

Un caos organizativo que se desarrolló cual tumor maligno en un cuerpo perfectamente sano.

En todo caso, un error de bulto, por cuánto estos, los menores de edad, representan el futuro de nuestro deporte, y al final, si los descuidamos, acabaremos teniendo que darles la razón a las voces alarmistas. Esas que nos avisan de que, señores pasajeros y tripulación de a bordo: ¡Las mujeres y los niños primero, que esto se va a pique!

Lo que si se acaba, y ya sin remedio, son mis vacaciones. He hecho lo mismo de siempre, y siempre esperando resultados distintos, a contrapelo de lo que recomienda Einstein. Tengo, si bien, la conciencia tranquila. Nadando, corriendo, pedaleando o remando en la piragua, la curvatura del espacio-tiempo se me ha hecho más llevadera, y al fin y al cabo, en este mundo material nuestro, la burricie es ley.

Si acaso me queda la pena de no haber estado en algún sitio exótico, como algunos correlegas de por aquí. Tal vez el Helesponto, tal vez las áridas estepas del Asia central… El año que viene dios dirá… O quizás me encapriche de Groenlandia, y hasta me la quiera comprar yo también, a imagen y semejanza de Trump. Por desgracia, alguien se lo debió advertir, el ártico está muy frio, no como Stormy Daniels.

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beuckelssen

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Respostar citando Envío Dom, 18 Ago 2019, 21:37
Asunto: Re: El Correo Papalegüense (edición online)

Un diario es esclavo, sí, pero con todo lo que te pagamos para que nos entretengas no deberías quejarte. Desagradecido. Pensando


Tras una actualización ten sublime como ésta creo que voy a copiar a Don Andrés y empezar a llamarte maestro.
Papa-Léguas

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Respostar citando Envío Lun, 19 Ago 2019, 19:29
Asunto: Re: El Correo Papalegüense (edición online)

beuckelssen escribió:
pero con todo lo que te pagamos para que nos entretengas no deberías quejarte. Desagradecido. Pensando

Esta misma tarde, a propósito de ello, estuve en la segunda cubierta de mi catamarán privado, discutiendo con mi equipo de abogados la situación, y si reconocer estos ingresos me podría acarrear problemas con Hacienda; pero me dijeron que no me preocupara, que no había que sobornar a nadie más.
El resto de los funcionarios honrados y trabajadores estarían hoy, primer lunes de la vuelta de vacaciones, a las ocho como clavos en sus puestos de trabajo, dispuestos a hacer lo que sea que sus jefes les manden.

¡Qué tontos! ¡Cuánto nos reímos! Ríndose

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Meigalicix

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Respostar citando Envío Xov, 22 Ago 2019, 23:06
Asunto: Re: El Correo Papalegüense (edición online)

beuckelssen escribió:
Un diario es esclavo, sí, pero con todo lo que te pagamos para que nos entretengas no deberías quejarte. Desagradecido. Pensando


Tras una actualización ten sublime como ésta creo que voy a copiar a Don Andrés y empezar a llamarte maestro.

Maestro non sei, pero que tes creado escola con este diario, iso é indiscutible. E todos esperamos "que no nos faltes nunca", como cantaba Palito Ortega antes de meterse en política
Papa-Léguas

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Respostar citando Envío Sáb, 24 Ago 2019, 7:28
Asunto: Re: El Correo Papalegüense (edición online)

Meigalicix escribió:
E todos esperamos "que no nos faltes nunca"

No, yo faltón no, Meiga, ya lo sabes, aunque si reconozco que mis chistecitos a veces tocan un poquito las narices... Mr. Green

Por cierto, nunca he oído hablar de Palito Ortega, voy a mirar en Google que cuenta de él, sobre todo por si decide presentarse a alcalde de Sparkland, donde si tendría verdaderamente posibilidades de alcanzar la fama y el éxito soñados.

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Respostar citando Envío Sáb, 24 Ago 2019, 15:24
Asunto: Re: El Correo Papalegüense (edición online)

É certo que as frases polisémicas existen. Pero neste caso o de que non nos faltes nunca ía polo lado sentimental. A canción de Palito Ortega era ésta:
youtu.be/6M33UsOUxcw

Desde logo como alcalde de Sparkland seguro que o faría igual de ben ou mellor que o actual.
Pero se estades buscando alguén alternativo, sen dúbida eu collería á señora Minducha... Volvin a vela en persoa hai xusto unha semana, por mor de todas as miñas circunstancias familiares. Seguía sendo a mesma persoa chea de enerxía, sacándome cabeza e media e un par de tallas de camiseta. A mítica presenza e expresión que contaxían enerxía e ganas de tirar para adiante... E vive aí na parroquia de Baión, concello de Vilanova. Que esa veciñanza inspire e reavive os teus entrenos, tanto os de triatleta ocasional de veran, como os de inverno pola beira do Miño. Minducha rules
Papa-Léguas

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Respostar citando Envío Sáb, 24 Ago 2019, 20:36
Asunto: Re: El Correo Papalegüense (edición online)

Meigalicix escribió:
Minducha rules

Lo que hubiera dado por ver la cara de la señora Minducha cuando le contaras lo de tu aventura polas terras kirghisas. Rezar

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Andrés61

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Respostar citando Envío Lun, 26 Ago 2019, 15:41
Asunto: Re: El Correo Papalegüense (edición online)

beuckelssen escribió:
Tras una actualización ten sublime como ésta creo que voy a copiar a Don Andrés y empezar a llamarte maestro.
En Efecto Joven Beu. Me extraña que con su sensibilidad no haya reparado antes en el trato que merece El Maestro.
Pd: aunque entre nosotros le diré que me sorprendió que ignorara la discografía de una Gran Estrella de la Canción...
... Palito Ortega... En que olvido te tienen!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Chorando





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