Lun, 19 Nov 2018, 2:10
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump
Cuaderno de bitácora. Quinto año del gato. Día 128. (11 de noviembre)
Esperaba: ¡Astronauta no pero lo de guapo sí que lo conseguiste! Y: ¡Enhorabuena por tu primer récord del mundo, 52.812 llegados a meta! O incluso: Peter Pan jamás dijo eso, farsante. Pues no, de lo que preferís hablar es del perro.
Gracias a todos.
He completado el círculo. Si empecé a correr en su momento fue por el maratón de Nueva York. ¿Y ahora qué? Supongo que simplemente haré nuevos círculos, engrosando como el tronco de una secuoya.
Y después de Central Park, la realidad. La realidad es muy terca, y yo tengo por norma no tratar con tercos. Prefiero prolongar el sueño un poco más. Vacié la maleta, la saqué al exterior para airear y causar perplejidad en los gatos ajenos que nos visitan, la volví a llenar y salimos para la Behobia, la única carrera con la dosis de entusiasmo suficiente para mantener la ficción.
De la Behobia ya lo he dicho todo. Ésta era mi octava edición. Compañeros de años anteriores se han ido retirando, otros se incorporaban y quedaban entusiasmados y prometían repetir. Mientras tanto, un grupo poblado por irreductibles gallegos resiste todavía y siempre a la fatiga.
No voy a contar nada que no haya contado ya. La Behobia sigue siendo esa comunión mágica entre espectadores y deportistas que no se da en ninguna otra prueba en España. Es desayunar y que nos pregunten si hemos venido a participar y nos hablen invariablemente de un hermano, hija, novio, prima que lo hará. Es estar de pinchos y que unos desconocidos nos inviten a comer al día siguiente. Es bajarnos del autobús y que una señora nos diga cuáles son sus majors favoritos y si prefiere Chicago o Boston. Es recibir facilidades de la casera porque sabe casi mejor que nosotros a qué hora terminaremos. Ir a Donostia cada segundo domingo de noviembre es, en fin, el placer de encontrarse con una ciudad entera entendida, dedicada y volcada con la Behobia y que la vive con una mezcla muy especial de emoción y naturalidad.
Es, quizás, la mejor carrera que se mide en kilómetros y paga en euros. Y mira a los ojos (desde abajo, pero mira) a Londres y Nueva York.
Acabé cojo, con la cintilla iliotibial ardiendo, y los niños gritándome ¡Claro que se puede!, y por todos los espectadores por supuesto que pude. Agitando el puño y chocando palmas y aplaudiendo y respondiendo, llevado en volandas, se me hizo corta, fácil, feliz. Recuerdo adelantar a una pareja de debutantes y decirles que iban muy bien, y a la chica no le cabía la sonrisa en la cara cuando me oyó. Buscar el puerto Gaintxurizketa y haberlo dejado atrás ya. Pasar Rentería flotando en una alfombra mágica. Subir Miracruz a saltos porque me esperaban en lo alto. Y sí, en la bajada a meta fui con dolores y acabé cojo, pero cojo y en volandas, como una paloma con el ala rota, ¡claro que se puede!, en medio de un ambiente indescriptible.
La Behobia es otra cosa. Id y vedlo por vosotros.
Qué semana grandiosa. Difícilmente volverá una así. Y ha valido la pena el exceso.
Gato vasco
Cuando te gusta lo que haces
Como el Ave Fénix resurjo de mis lesiones