Lun, 17 Mai 2010, 20:20
Asunto: Re: ESPRINTES INDE NAI - O.R.T. (Ourense Running Team)
Buenas tardes.
Sí, hemos corrido en Truchillas.
Oscarourense y un servidor, nos atrevimos con esta dura y prestigiosa carrera de montaña. Oscar en su línea de deportista dotado y, llamado a hacer importantes gestas, hizo una muy buena carrera y, disfrutó enormemente de su medio natural, la alta montaña.
Por mi parte, casi una temeridad afrontar este reto, con unas condiciones físicas venidas a menos y, para más inconveniente, con una viaje agotador a Oporto la víspera que hizo que, entre llegar a casa y preparar todos los apetrechos, me metiera en cama a eso de las 3:30 cuando había quedado con Oscar a las 6:45.
Me quedé dormido, como era lógico y, un plátano fue lo único que desayuné para no perder más tiempo. El viaje de ida bien. La mañana luminosísima y clara y el poco tráfico permitió que llegáramos a la aldea de Truchillas a eso de las 9:30 después de transitar hermosas carreteras secundarias de la sierras de Zamora y León que poco tienen que envidiar a los verdes paisajes gallegos y, en las que un par de veces estuvimos a punto de atropellar a unos venados que se cruzaron delante del coche.
Ambientillo especializado en la salida. Corredores populares sí, pero de mucha calidad: Irmandiños al completo, Xabi, Lois, gente del Korpore, Santa, Esguellao, gente de Taboadela, Manuel Folgoso… gente de Correr en Galicia, bastantes gallegos y habituales especialistas de montaña.
Salida puntual a las 10:30, desde la entrada de la pista forestal que conduce al Lago Truchillas, después de unas sentidas palabras y un minuto de silencio en memoria de Oscar Pollán, conocido montañero de la zona y miembro de la organización de esta carrera que falleció el pasado mes de noviembre en la montaña.
Había decidido que, para poder finalizarla, tenía que dosificar muy mucho, para lo cual la estrategia, en principio sería, subir caminando y, solamente correr en llano o en bajada. Como es de suponer, a las primeras de cambio, era el último de la fila ya que, la pendiente era pronunciadísima y el firme se componía de pequeños trozos de piedras lisas y cortantes, como pizarra, pero de color verde que, a mí no me ofrecían ninguna seguridad de no pegármela.
La montaña se alzaba majestuosa y cubierta totalmente de nieve. Las predicciones, muy alarmantes durante la semana, se habían ido felizmente al garete y, el día de sol, sin una nube y casi sin ningún viento, además de facilitar la carrera hacían más bello, si cabe, y cabe poco, el impresionante paisaje. Con el móvil iba haciendo fotos para el recuerdo mientras ascendía viendo como por las empinadas laderas, una fila india de lejanos corredores progresaban hacia los altos. Ya llevaba los gemelos muy cargados e incluso comenzaron a dormírseme las puntas de los pies, no sé si por la falta de costumbre en las subidas, o por la fría agua que ya los había cubierto un par de veces.
Aproximadamente, en el Km. 4, llegué al Lago. Primer avituallamiento. Un trago de agua y para arriba. Empieza el terreno nevado y, al no estar acostumbrado, subo con más dificultad teniéndome que agarrar a las escobas, (xestas), que brotan escasas entre la nieve, para no caerme hacia atrás.
Yo nunca había visto nada igual. Una ladera pendiente, completamente blanca, en la que el sol se reflejaba haciendo que, la sensación térmica, ante la casi ausencia de viento, pareciese agradable, se interponía en un camino imaginario, si no fuese por una perfecta señalización hecha a base de tarjetas naranjas y cintas bicolores clavadas en la nieve cada 50 metros.
La nieve hasta las rodillas. Bien es cierto que tenía algo de ventaja al poder poner los pies por la senda que habían marcado todos los que me precedían, evitando meterlos en agujeros con afiladas rocas en los que, alguno, sin duda, lo había hecho.
A unos doscientos metros distingo a dos corredores de negro, una chica y un chico que con un par de bastones con los que se turnaban, me precedían. Se acabó el paseo turístico. No lo puedo controlar. Instintivamente acelero el paso para alcanzarlos y, empiezo ya, a pensar en los puntos para el circuito. No es tan fácil. El desnivel, superior al 20% y algunas rocas que surgen amenazantes entre la nieve dificultan la labor. Los pierdo de vista en el cambio de rasante. Quizás hayan coronado pero, no, al llegar, veo que las laderas se van escalonando y que la cima aun no se divisa. Acelero la marcha. En el siguiente “escalón”, veo a otro corredor. A veces los tengo más cerca pero no doy conectado.
Por fin, a una desesperante distancia en línea recta de unos 700 metros veo el Pico Vizcodillo. Bajo la cabeza concentrándome en donde pongo los pies y serpenteo los últimos metros para llegar al alto, desde el cual, se divisa a la redonda, una extensísima vista, seguramente, incluso, además de las provincias de León y Zamora, la provincia de Ourense pero, ya no estaba para contemplaciones y, después de rechazar el avituallamiento, me tiro, literalmente, por la ladera opuesta, con ganas de correr de una vez.
Desde los casi 2200 metros de altura a los que estábamos, la bajada se intuía pronunciada pero, aunque picando hacia abajo, había que atravesar una especie de vaguada entre los picos, por supuesto completamente nevada, con inquietantes barrancos a los lados que hacían necesarios todos los sentidos para no perder el equilibrio.
Mi inexperiencia había hecho que cargara con una pequeña mochila en la que llevaba cortavientos, camiseta y guantes y que, al correr por primera vez, después de 8 Kms., fuese saltando en mi espalda, molestándome enormemente y obligándome a llevar las manos en las correas. Esto provocó el primer leñazo al adelantar a dos corredores al salirme a la izquierda de la senda de pisadas. Metí la pierna izquierda en un agujero oculto por la nieve y caí de espaldas, gracias a Dios sin más daños. Un poco más adelante había un tobogán vertical de nieve por el que había que deslizarse ya que era imposible, al menos en mi caso, bajarlo verticalmente. Nieve en polvo sí pero, os aseguro que la sensación en las manos, que llevaba sin guantes, era como la de deslizarse sobre gravilla. Conecto con Irdam, de los Irmandiños, con una lesión que le impide bajar rápido. Adelanto a varios corredores más y a algún montañero que camina con su equipamiento con gran soltura.
Llegada al puesto de control Alto del Peñón en el Km. 16. Me ofrecen un vaso que creí de agua pero que era una isotónica. Una chica de la organización se ofrece a bajarme la mochila. Continúo primero con una subida y luego con terreno sube- baja, todavía con bastante nieve que tiende a ir disminuyendo a medida que perdemos altura. Empiezo a notar un importante cansancio y dolor en la punta de los pies pero, no me detengo ya que cada vez que miro atrás, veo que alguien se acerca.
El dolor en la punta de los pies, posiblemente producido por ir casi toda la prueba totalmente empapados, se hace más fuerte, mientras corro, cada vez con menos fuerza, por una pista forestal con un firme bastante bueno, desde la que se empieza a ver, tanto lo que habíamos recorrido, como lo que aún quedaba.
Una subida de casi 1 Km. en la que aguardaba el último avituallamiento me permitió alcanzar a otro montañero con el que caminé durante un rato, tomándome un respiro que se acabó cuando vi que se acercaba una corredora. El terreno era propicio para recortar tiempo: bajada, buen firme y, a la vista, aunque muy abajo, puntitos de colores, los coches en la zona de meta.
De manera inesperada, unas tablas en el suelo, con una flecha roja interrumpían el paso, “invitando” a tirarse por un precipicio que hace las veces de cortafuegos. La fortísima pendiente y, el suelo totalmente cubierto de losillas evitaban cualquier intento de bajar corriendo. Aún así, colocando los pies de lado, traté de bajar lo más rápido posible procurando no caer y, sin pensar en las consecuencias. Las zapatillas casi se desmontan clavándose contra los pies. No se da acabado. Toda la prueba deseaba bajar pero esto era demasiado largo, peligroso y doloroso. Al llegar abajo, la señalización estaba colocada sobre un monte lleno de carrascas que, no tanto como toxos, pero, “acariciaban” las piernas con poco mimo. A continuación se corrían unos centenares de metros por la ribera del regato que desaguaba la nieve de las montañas, por un terreno totalmente embarrado y encharcado con una considerable maleza y solo, la cercanía de la meta me mantenía en pie.
Había que cruzar el río. Un río de los que a mí me gustan. Unos 7 metros de ancho, menos de un metro de profundidad, lecho de piedra, aguas frías de montaña, truchero, a todas luces. La zona de vadeo tenía una leve corriente y, en ella se congregaban algunas personas para ver como lo hacíamos.
Por supuesto, entre en él corriendo y a por todas. El contacto con el agua fría y, las mermadísimas fuerzas que llevaba hizo que dos brutales calambres me bloquearan ambas piernas, cayendo en el medio de la corriente y, sin poder hacer nada más que agarrarme a las piedras del fondo para que la corriente no me arrastrara.
Así estuve, en el agua durante unos interminables segundos, ante la mirada atónita del público que, a lo mejor pensaba que me estaba dando un baño, hasta que, un alma caritativa, se metió en el agua para sacarme. No podía andar pero, al ver llegar a la chica que me seguía desde varios kms., me recompuse un poco y, como pude, llegué a la meta en más de cuatro horas mientras recibía un cariñoso saludo de la gente que estaba en meta.
Al final, los abandonos de alguna gente que venía detrás, hicieron que solamente quedara por delante de 4 o 5 corredores, entre los que se encontraba alguno como Irdam y algún otro, claramente superiores a mí que llegaron por detrás por haber auxiliado a un corredor accidentado, como no podía ser de otra forma.
Luego una paella campestre en la que este calamidad rompió el vaso y el plato de cerámica de recuerdo de la carrera, al caer por unas escaleras y, regreso a Ourense, no sin antes hacer un recorrido turístico por las vegas del Tera, al perdernos por las carreterillas españolas.
Dos apuntes: El móvil, con sus fotos, se fue al carallo tras el chapuzón y, mientras nos metíamos en el coche para regresar, oímos esta conversación a unos compañeros corredores leoneses que utilizan las peculiaridades lingüísticas de su zona al referirse a una mujer de baja estatura:
- Que buena carrera hizo esta chica.
- Cuál, la de Camarzana?
- No hombre no, la de la Bañeza, la Bajina con gafas.
SALUDOS.[b]
Esprintes inde nai - ORT (Ourense Running Team)
Grelos, sexo, e muiñeira.