Tue, 05 Nov 2019, 19:07
Post subject: Re: Diario de Pollastre
Gracias Meiga, Corredor101 y Freaky por los comentarios...
Que conste que este diario está cerrado. Ya sé que escribir en un diario cerrado es una contradicción en sí mismo, un oxímoron, pero es un hecho incontrovertible. Está cerrado. Así quedó dicho y así debe ser. Lo que pasa es que para las pocas carreras que hace uno, es una pena no hacer una última crónica. Una que sirva como epílogo. Y hétenos aquí, en la faena.
“Viva el vino”
La Pedestre de Santiago. Si hiciésemos una comparación con las major marathon, las auténticas, podríamos decir que tenemos unas majors locales, más domésticas, menos glamurosas para los foráneos y mucho más asequibles, pero que mantienen un notable tirón (aunque baje algo la participación) y (al menos algunas) con una tradición respetable. Las 6 majors gallegas bien podrían ser (habrá opiniones para todos los gustos) Coruña 42, 21 y 10, Vig-Bay, San Martiño y, por supuesto, la Pedestre.
Tras unas semanas relativamente buenas de entrenamientos y un estado de forma bastante aceptable, allá que me dirigí, a disputarla por segunda vez en la vida. Como uno es de buen conformar y tiene claro, a estas alturas de la vida, que es mejor ver el vaso medio lleno que medio vacío, tiene a bien agradecer a la organización que no haya guardarropa, pues de esta manera puedo hacer un precalentamiento que a mis piernas les sienta estupendamente. Un paseo desde el coche, aparcado a las afueras, hasta el Obradoiro a recoger el dorsal y vuelta al coche para dejar la camiseta, con lo que ya tenemos el cuerpo activado. Luego ya, en traje de faena, me dirijo hacia la salida en modo trote de calentamiento.
Entre más de 2.000 participantes me encuentro con la figura fácilmente distinguible del Doctor, the self made Tomiño's man, esa máquina de devorar kilómetros y world marathon majors ("venga, que pase el siguiente"). Aprovecho este momento distendido y amigable, camino de la salida, para felicitarlo personalmente por su gesta de Chicago, detalle que agradece pero haciéndome saber que me tenía anotado en la lista de morosos, una lista con aquellos seguidores suyos habituales que no le habían felicitado por sus últimos logros deportivos, sin duda notables. Procedí, pues, a subsanar esta falta, alegando que tuve cierto grado de desconexión de los diarios, pero sepan ustedes que hay otros en la lista, que no voy a mencionar aquí, que allí siguen anotados, y que cada cual cargue con ello en su conciencia y con las consecuencias que pueda acarrear.
También tuve oportunidad de acudir a la foto kedada, aunque de refilón, casi a escondidas, sin llamar la atención, más pendiente de necesidades fisiológicas que empezaban a ser acuciantes a escasos minutos de la salida.
La bisoñez me acompaña, una vez más, en cuanto a colocación en la salida, especialmente en estas carreras multitudinarias, debido sin duda a la falta de costumbre. "Aquí estoy bien, no hace falta más cerca, la pancarta de salida está ahí mismo, tampoco pienso ir tan rápido y voy a estorbar a otros". Pero en esos apenas 50 metros hasta la pancarta debería haber unas 1.500 personas, pues en la primera fase de la carrera adelantaría a más de 400, a base de frenar, zigzaguear y arrancar. A una vecina mía, a la que normalmente le puedo sacar 10 minutos, la adelanté casi en el kilómetro 2. Tampoco era el día para agobiarse por el tiempo a emplear, sólo era cuestión de correr con dignidad, pero esos 2 primeros kilómetros fueron lentísimos.
La carrera por mi parte transcurre sin incidentes, a ritmo crucero durante el largo tramo de bajada, zigzagueando en casi todos los adelantamientos, empiezan las cuestas, y ahora viene otra, y otra más, y así hasta que llega Vite, que debe estar mal considerada porque es la última, pero las anteriores no desmerecen.
Para los que no vivimos en Santiago, Vite es sinónimo de cuesta, sufrimiento y dolor de piernas. Es algo injusto con este barrio, y quizá por ello unos cuantos vecinos salen a animar al personal, con algunos niños especialmente activos.
Y uno llega allí, ya castigado tras dos largas cuestas anteriores, y no tiene ningún reparo, ni pudor, ni se la caen los anillos, ni le apetece en este momento sufrir más de la cuenta, y se pone a caminar. Y los chavales del barrio animando: "ánimo que ya queda poco, que la cuesta se acaba ahí mismo...", "gracias, gracias, no pasa nada, todo está bien, respiro un poco y sigo, gracias de verdad". Choco unas manos infantiles, unas caras desconocidas y sonrientes y arranco de nuevo.
Y quedan los 2 últimos kilómetros. Alguien del servicio de limpieza municipal ha considerado conveniente regar la zona vieja justo antes de la carrera, pero eso no es inconveniente, empieza la parte más favorable y tocan a arrebato, llega la estampida, la movilización general. Aprovechamos para dar rienda suelta a nuestras escasas dotes atléticas, pero aunque se supone que en esta zona del pelotón ir a 4’ el kilómetro es ir rápido, todo el mundo piensa lo mismo y casi no adelantas a nadie. Así que, de esta guisa y con la mejor de las poses para los fotógrafos, llegamos al Obradoiro.
La llegada a meta quizá sí sea, a mi modo de ver, uno de los aspectos a criticar de la organización, puede que el único. Tal cual llegamos al Obradoiro, por ese vallado estrecho, los participantes somos pastoreados rápidamente fuera del recinto, para dejar sitio a los que van llegando detrás, como en los encierros de San Fermín, a falta sólo de los pastores con esas varas largas arreando a los cabestros por la calle Estafeta. No se nos permite un mínimo de recuperación, disfrutar un poco de nuestra estancia en esa histórica plaza, contemplar esa fachada milenaria, su cotidianidad peregrina, los ecos de la gaita, el olor a historia.... sí, sí, muy poético pero circulen ustedes, bajen por ahí y recojan su manzana.
El tiempo final (56’37) es lo de menos. Ha sido suficiente para disfrutar del paisaje pero sin mortificarse excesivamente ni agobiarse por el tapón de la salida ni por las cuestas. En cualquier caso resulta mucho mejor que el debut hace 2 años, que fue de pachanga. Por dura que sea, esta carrera me gusta (que ya es mucho decir), por el ambiente, por el recorrido, y porque en esta ocasión me ha servido para recargar pilas y coger nuevos bríos.
En mi caso, lo de participar en pocas carreras tiene esa consecuencia. Las carreras se saborean mejor, más pausadamente, quedan más tiempo en la retina, en el paladar, y se valoran en su justa medida. Como los vinos buenos que se toman de vez en cuando.
La despedida así es mejor.
Atentamente, se despide y cierra,
P.