Mar, 24 Mai 2016, 18:36
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump
Cuaderno de bitácora. Segundo año del gato. Día 321. (22 de mayo)
El caos, el cataclismo, el tsunami, las esteladas que rompen España, abandonad toda esperanza, un montón de gritos pronosticando (casi prometiendo) lo peor para la Maralba. Si esta carrera pretende ser una competencia a la Vig-Bay va por buen camino: la parte de los detractores apriorísticos ya la tiene.
Por si acaso adelantamos la hora de llegada a Sanxenxo. Nada, ningún problema con el autobús, donde hablamos con dos Taninos de Castrelos, ni con los dorsales, cuando di con otro berlinés y comparamos experiencias, ni con el café, que compartimos con un nutrido grupo de conocidos también nutridos, ni con el clima, perfecto, ni con el calentamiento, agradablemente boicoteado por Lihto, Sanmikel y Mateotn.
Iba con miedo al recorrido y sin afán competitivo, con la idea de trotar tranquilo y no pinchar, pero poco antes de la salida me encontré con Chamorro, Jesuli y Nando (los Bouza's boys), y yo que te digo esto y tú me dices aquello y casi sin darme cuenta ya estaba retado con el último. No fingiré que me disgustó, y además había desayunado unos bizcochos y los duelos con pan son menos.
Arrancamos con calma y al rato vi a Manu, compañero virtual del Atenas, que a pocos días del gigatrail de O Courel hacía un rodaje de mantenimiento. Aproveché para unirme y fuimos juntos y hablando primero, juntos y callados después, y juntos pero no revueltos al final, porque me quedaba en las cuestas y le obligaba a trazar en zigzag para esperarme.
Guiado siempre por él fui a un ritmo aceptable, relajado y disfrutando y con servicio de cátering, que hasta el agua me traía, y sobre el kilómetro diez localicé a Chamorro delante, se lo comenté a Manu y me preguntó muy formal si era un archienemigo.
¿De qué color es la piel de Dios? ¿De qué color es la piel de Dios? Dije: negra, amarilla, roja y blanca es, todos son iguales a los ojos de Dios. Pues lo mismo para los archis. Y en cualquier caso, si no lo era ayer lo es hoy. Pero sin prisas, que a las misas de réquiem nunca fui aficionado, pensé, ya caerá solo.
Kilómetro doce. Chamorro continúa a la vista.
Kilómetro catorce. Chamorro no está ni más lejos ni más cerca.
Kilómetro dieciséis. Chamorro no afloja la marcha.
Kilómetro dieciocho. Chamorro y yo somos dos rectas que se cortan en el infinito.
Y mientras tanto, Manu siempre con dos cuerpos de ventaja para motivarme, pero también desviándose a ver el mar para no aburrirse (hundiéndome la moral y arruinando con ello los ánimos que pudiera haber conseguido al comienzo de la frase). Dale, Dani, venga, hacía la goma y tiraba de coraje y peleando por no descolgarme y en un esfuerzo digno de alabanzas acabé por fin por atrapar al condenado Chamorro (¡sí!), y todavía fingió dejarse adelantar por menoscabar mi valía.
Faltaba el desafiador Nando, del que me había olvidado porque se lesiona más que Prosinecki y nunca termina y no lo tomo muy en serio, pero a lo tonto estábamos llegando a la meta y ya casi podía oír sus burlas. Iba agotado y en plena flojera me pasa al trantrán una pandilla poco atlética, más bien oronda, mayor y calva (si lees esto y estabas en ese pelotón, me refiero a los demás, tú eras la excepción), aunque sea por las apariencias saco un punto de orgullo y acelero y los dejo atrás y enfilo el paseo, ¡vamos!, y entonces Manu me mata con un esclarecedor
¿Ahora me haces correr?
Me remata la carrera con la trampa de arena. Jaimitada, idea de bombero, tontería supina. El trailerismo nos invade. Quedamos atrapados como moscas en papel con melaza y damos una imagen penosa, vamos con las piernas dejando surcos, casi caminando, sin fase aérea, ciscándonos en todo, trescientos metros infinitos, y el público que está en Sanxenxo ve aquello y piensa ¡deporte o salud!, esto tiene que ser malísimo, por no hablar del espectáculo paupérrimo, el antirunning, como un partido del Atlético de Madrid.
Parte del enfado que me viene se convierte en satisfacción al comprobar que pese a todo he hecho un tiempo bastante bueno e inesperado, una hora y treinta y ocho (¡gracias, Manu!), y el resto en carcajada al oír cómo van a buscar a Nando que se ha quedado tirado por alguna cuneta, menudo archicuentista, y cuando aparece sano y salvo da penica aunque no tanta como para que no le llame de todo. Cojo el avituallamiento y vuelvo a la playa y meto los pies y poco más en el agua, la temperatura es la del Caribe gallego, criogenizante, y por Silgar va corriendo Rubén Tortujas, siempre sonriendo, se conoce que no tuvo bastante y le sobran juventud, energía y ganas de que le pique una faneca.
Desenmarañada la mañana en la Maralba, pues, y tras unas cañas, furancheamos en Cobas con los de Moraña, Isaías, Moncho, Sanmikel y familia. En la mesa había al menos dos personas que juegan en otra liga: Abel, un galgo de pedigree, y la niña de Óscar, que con seis años va a 3'40" y levita. Lo del primero lo admito, lo de la renacuaja me puede. Lo dejo, Carmiña.
Como el Ave Fénix resurjo de mis lesiones