Xov, 06 Ago 2015, 23:50
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump
Cuaderno de bitácora. Segundo año del gato. Día 31. (6 de agosto)
Llego a casa a mediodía y Montse está apesadumbrada (bueno, igual no tanto, quizás algún sentimiento con menos sílabas sirve), hoy le tocaban quince kilómetros y sólo fue capaz de llegar al diez y mal. Por supuesto la animé: no pasa nada, no tiene importancia, no hay que tomárselo tan a pecho, lo has intentado, eso es lo que importa, y si no estás preparada para un reto tan grande pues te quedas de público a animarme a mí como en la escena que siempre imaginé, que no sé a qué viene eso de que corras tú
mi maratón. Y además no me gusta que a los toros te pongas la minifalda.
Por la tarde era mi turno, está comprobado que anunciar aquí los planes ayuda a completarlos (tiene algo de profecía autocumplida) pero por si acaso los reforcé contándoselos también a los vecinos. Estaban celebrando una de sus tertulias en la calle y cuando di los primeros pasos me saludaron barra jalearon con un
así tendríamos que hacer nosotras y me paré, charlamos un poco en dura competencia de soltar tópicos y les di el parte del día. Muy bien ánimo, y esas carreras cuánto miden, ay dios mío que yo no llego ni a la esquina sí mujer que todo es ponerse, y el representante masculino del grupo incluso acertó con el número de kilómetros pero falló en el redondeo. Satisfecha su curiosidad pero no todavía mi pueril orgullo, me despedí y salí a toda velocidad como intentando demostrar algo, no soy más tonto porque no entreno más. Al llegar a la esquina ya tuve que poner el freno que así no iba a llegar muy lejos.
Ladrado y perseguido por todos los perros del barrio y algunos venidos de fuera para la ocasión, no llevaba otra ruta que cualquiera que transcurriese sobre tierra. No tardé nada en perderme y dar vueltas como pollo sin cabeza, por los montes subiendo y bajando y tropezando con piedras, cruzándome con una chica soñadora, un andarín que whatsappeaba y un ciclista al que se le había salido la cadena (de la bici). Al poco noté un dolor en la zona del tobillo tirando al tibial,
tate me dije o lo diría si fuera del tipo de personas que dicen tate, ahí está lo que tanto temía, pero se queda de momento en susto pues pasa tal como viene. Y de pronto estaba sin querer en Taborda, pensé en recuperar el mítico circuito donde se había forjado la leyenda del rarito que corría, pero buscaba evitar el asfalto y me metí por los viñedos, el Lago da Pedra, la otra orilla y ya sin tener la menor idea de mi paradero me encomendé al remedio infalible del maloserá. Y efectivamente, aparecí en la tapería Pan de Millo. Vaya. Para los que no tenemos orientación el mundo es una fuente continua de sorpresas.
Punto y aparte para decidir: marcha atrás, otro sendero y una carretera. Y nuevos sobresaltos, oigo cómo llaman
¡ese Tortuja!. Era Manu, todavía trabajando, qué tal, qué tal tú, ya ves, ya ves tú, y cuando le digo e insisto que no sé dónde estoy me mira como si estuviese gastándole una broma absurda y sin gracia. ¡Cómo no vas a saber ir a casa! No serviría de nada que pusiese acento coruñés, él sabe que vivo al lado. En fin, sigo ruta y al tomar la curva se hace la luz, aaaaah, mira tú, si esto lo conozco, ya digo que de sorpresa en sorpresa. Se hace la luz pero sólo figuradamente, porque se me cae la noche encima, por suerte consigo apartarme a tiempo y no me aplasta. A estas alturas llevo nueve kilómetros y ya se ha acabado el terreno blando. Voy por donde creo que, ahora sí, voy bien, y tampoco, o no sé, y cuando ya soy un mar de dudas veo unos gatitos en la carretera. Me paro y no se escapan, me acerco despacio y juego con ellos, al mismo tiempo salen de la vivienda cercana una mujer y los niños, vienen a gatunear, hablamos y me los ofrece (los gatos, los hijos no), son unos okupas tímidos que no salen de su umbral y los alimenta pero no puede hacerse cargo, yo tampoco, y son taaaan monos. Le pregunto por dónde se va a Carregal, y me despido con tristeza y culpabilidad de los seres racionales (la señora y los mininos) e irracionales (los críos).
Y ya, por fin, mi sentido arácnido (pues el gato es gato y araña) me lleva a casa y con tal acierto que justo en el portal suena el pitido de los quince kilómetros. Menuda orientación la mía, para que luego digan las malas lenguas. El ritmo medio, incluyendo los desniveles y las partes traileras pero descontando las paradas, fue de 5'15". Me como dos plátanos, bebo agua, un zumo multifrutas y otro con cacao, y un néctar que se llama Crusti Choc, la naturaleza será sabia pero si no es por los señores de Fin Carré no tendríamos ese chocolate con leche con cereales crujientes. Y después la cena.
Mañana a última hora o el sábado a primera marcho a San Vicente (no el de la Barquera), me imagino que quedará algo desatendido el diario, pero dejo comida y agua para los gatos.
Como el Ave Fénix resurjo de mis lesiones
Última edición por DoctorSlump o Xov, 19 Nov 2015, 21:23; editado 1 vez