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El diario gatuno de Slump (2014-2021)
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DoctorSlump

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18/04/07
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O Xibao, Tomiño
Respostar citando Envío Lun, 30 Abr 2018, 20:14
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump

Cuaderno de bitácora. Cuarto año del gato. Día 293. (25 de abril)

El miércoles a mediodía prometí salir a rodar una hora, que es la forma que tengo de autodisciplinarme. Entreno no por convicción sino por vergüenza. Yo pago mis cremas. (¿Qué habrá querido decir con esta frase?, se preguntarán los críticos dentro de unos años. ¿Y existió realmente el tal Doctor Slump o fue en realidad Christopher Marlowe?).

Fui hasta Tomiño por la carretera a buen ritmo (si no nos ponemos exigentes) y a los treinta minutos di la vuelta, como es razonable. Pero la segunda parte no resultó con la misma frescura, aunque por terquedad haya mantenido la velocidad.

Crujidos por aquí, crujidos por allí, y una creciente fatiga. Y esa sensación más psicológica que física de que se me hace larga la distancia, sea cual sea. De querer abandonar antes del punto equis, no importa cuándo leas esto.

Doce kilómetros y medio preocupantes. Como se confirmaria en Gijón el sábado. Y perdón por el spoiler.



Como el Ave Fénix resurjo de mis lesiones
DoctorSlump

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O Xibao, Tomiño
Respostar citando Envío Mér, 02 Mai 2018, 21:28
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump

Cuaderno de bitácora. Cuarto año del gato. Día 296. (28 de abril)

Gijón es bonita, animada (aunque no tanto), con mar y zonas verdes. Pero tiene dos defectos imperdonables: uno es el clima, que no es culpa de ellos; el otro es que está infestada de perros. En las playas, los paseos, las sidrerías, las cafeterías, los hoteles, las ferreterías, las librerías, los sex shops, los ascensores. Incluso con su hashtag #GijonYesMyCan. No, gracias.

El sábado anduvimos por San Lorenzo, Poniente, Cimadevilla, en el Elogio del Horizonte en el Cerro de Santa Catalina, y después de comer fuimos a pie un largo trecho hasta el Complejo Deportivo Las Mestas. Sada al completo buscaba allí como nosotros la esquiva feria del corredor. Esa paliza imprudente en las piernas, el cansado viaje de la víspera, la contundente gastronomía asturiana y el horario poco habitual de la prueba no presagiaban nada bueno.

El ambiente de gran evento que faltaba en la ciudad se concentraba en el pabellón con más de dos mil inscritos a resguardo del frío. Yo tenia uno de esos días exigentes y lo encontré insuficiente, no me acababa de conectar. Miré al cielo y dudé, vestí los manguitos, hice como que calentaba. Nos colocamos en la salida con libertad y bastante civismo, deseé suerte al grupo y me situé cerca del globo de la hora y cuarenta y cinco con el propósito de rebasarlo pronto.

A las seis de una tarde gris y plomiza arrancamos, y en seguida los planes se combaron, amenazando con torcerse del todo. La chica que oficiaba de liebre puso un ritmo muy alto y en su persecución empleé un tiempo y una energía que pensaba reservar para alguna urgencia posterior. Se unió Simoes brevemente, intercambié comentarios con compañeros momentáneos. Avanzaba con decisión y firmeza, todavía confiado, mas en vano: aquella camiseta amarilla iba siempre delante a despecho de lo que marcaba el Garmin. No sé a qué altura pude por fin alcanzarla, y le indiqué que frenase con discreto gesto de veterano experimentado.

Dejábamos ya la parte más fea y desangelada y regresábamos al centro y la costa, más concurrida pero también más desabrigada. Soplaba un viento helado y de pronto noté que no me sentía bien, escaso de fuerzas, energías y digestiones. Llegué al kilómetro once, al doce, y comencé a descontarlos por animarme. Demasiado lentamente. De nuevo esa impresión de hastío, de desmotivación. Las dudas, la pérdida de la fe. Intenté hablar con los que me rodeaban, muchos gallegos en el pelotón, y sólo lanzaba suspiros de lástima y pena que no propiciaban la conversación.

Y en el catorce se me metió en la cabeza el germen de una idea, la idea de parar, una idea obsesiva que extendió sus raíces y resquebrajó la voluntad y antes de darme cuenta me había detenido en el arcén. Simplemente me quedé quieto, un bulto sospechoso. No es caminar, no es caminar, esto es como una pausa para atar los cordones, quise justificarme. Bah. Vuelve a la carrera. Bah. Pasó el globo, el dichoso globo, y la muchacha sonrió y dijo vamos y respondí voy con discreto gesto de veterano caduco.

Una cuesta abajo y la música de Billy Joel me dieron impulso, ya que no velocidad. Iba trotando a duras penas y pidiendo apoyo al público. Aguanté cuatro kilómetros más. En el dieciocho las voces me ordenaron detenerme, imposible desobedecerlas. Y tras la pausa, otra vez en marcha. Enganchándome a cualquiera que llevase la misma dirección.

Al oler la proximidad de la meta tuve la desfachatez de esprintar para terminar -misteriosamente- en la hora y cuarenta y cinco minutos (y segundos) y entrar en el estadio disimulando, circulen, circulen, como si no hubiera reventado como el lagarto de la Malena: barbilla alzada, zancada firme, braceo regular. Aplaudidme que yo lo valgo. Y sin rubor recogí el enorme abrazo que me esperaba.

Era la sexta media maratón en los primeros cuatro meses de este año. Precaución, amigo conductor, la senda es peligrosa.



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Albergg

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Burela/Celeiro
Respostar citando Envío Xov, 03 Mai 2018, 9:23
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump

Te dije que te abrigaras...
corredor101

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Respostar citando Envío Xov, 03 Mai 2018, 13:43
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump

Teníamos que escribir un manual del corredor popular con reglas claras del estilo:

- Las carreras se corren, no vale andar.
- Pararse, si no se anda, está permitido?.....hasta cierto punto?, había que debatir aquí si se puede, si no, o dónde está el límite.
- Establecer un ritmo por encima del que no se considera correr.
- Deshechar eso de que "Una retirada a tiempo es una victoria", y quizá cambiarlo por un "No participar en una carrera si estás lesionado, no es una victoria, es sentido común".

Un saludo
DoctorSlump

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O Xibao, Tomiño
Respostar citando Envío Ven, 04 Mai 2018, 0:18
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump

Cuaderno de bitácora. Cuarto año del gato. Día 299. (1 de mayo)

Regresaba el entrenador de su merecido descanso (de mí). Por si llegaba con hambre atrasada, rápidamente contraprogramé la semana para no dejarle ni un hueco: carrera en Tomiño el martes, en Vincios el sábado y en A Illa el domingo, sesión doble de fisioterapia y Pilates el miércoles, y de actividades paradeportivas las inscripciones al sorteo para Londres el lunes y en la Behobia el jueves. ¿Y el viernes...? ¡Furancho!

Tomiño, pues. Una primera edición en el pueblo a la que por fuerza había que acudir a lucir la camiseta de los Tortujas, rescatada la pobre del fondo del cajón. Llegamos casi sobre la hora, como suele ocurrir cuanto más cerca es la cita. Recogí el dorsal, de número orwelliano (con permiso de Pablo hoy sería yo el corredor 101), tomé un café apresurado, sacamos unas fotos de verde. Y arranqué sin calentar, lo que tampoco es tan extraño porque se trataba de un rodaje acompañado más que de una competición.

Pensaba marchar tranquilo con Nando pero en uno de los muchos vaivenes de la carretera se quedó atrás y seguí por mi cuenta. Sin aspiraciones clasificatorias ni más motivaciones que acabar con dignidad, iban pasando los kilómetros con desganada rutina. Únicamente rompían el silencio los perros ladrando y Mónica aplaudiendo en su doble condición de entusiasta y conocida.

Desperté de golpe del sopor cuando en la segunda vuelta un coche se saltó los controles y nos vino de frente como Perico por su casa. No por la mía. Lo increpé y por supuesto el hombre todavía tenía más que decir. Calculé de aquel lado mil kilos de acero, de éste veinte gramos de plástico. Después lamentaría el gesto impulsivo: eché de menos esa botella cuando tuve sed bajo el sol. Actuar en frío y arrepentirse en caliente.

No hubo más incidentes que los orográficos y continué solo y parsimonioso hasta la meta, que estaba bastante más allá del diez. Crucé el arco y nadie animó, nadie festejó, nadie me llamó por el nombre, ningún conductor aguardaba para tirarme el agua a la cabeza. Este profeta solicita el traslado a otra tierra.

Fueron entrando Moncho, Isaías, David, Pol34, JoeRace..., y a pie de pista y más tarde en el bar consideraron razonable culparme de las cuestas, de la distancia a mayores, del poco público, incluso de los canes, y hube de enseñar el código postal de Carregal para librarme de responsabilidades.

Montse se llevó un trofeo, no explicaron bien cuál, si el de su categoría o el de empadronada. Y yo, sin quererlo, quedé séptimo de los tomiñeses a dos minutos del podio local, dos minutos que habría mejorado de saberlo. O eso creo.

El que no me entregaron en Palma, el sexto puesto en el Parkrun de Londres... En cualquier momento cae algún premio por error o estadística, más me vale estar atento y preparado y con los calzoncillos limpios.



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O Xibao, Tomiño
Respostar citando Envío Sáb, 12 Mai 2018, 0:43
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump

Cuaderno de bitácora. Cuarto año del gato. Día 303. (5 de mayo)

Si un ex sacerdote loco te sujeta cuando puedes ganar el maratón de Atenas. Para saludar a tu familia. Por atender a un compañero que se encuentra mal. Si te llamas Pedro Nimo y en lugar de cruzar la línea dedicas la victoria a los donostiarras. Para acariciar un gato. Para darle una patada a un can. Por esperar a tu novia y entrar juntos en Central Park. Si un gemelo se sube y tienes, ay, que estirarlo. Para atarte los cordones. Por aguas menores. Si tropiezas y aterrizas en el suelo. Si te vuela el dorsal. Por aguas mayores. Si un autobús en Vigo no respeta el control. Si es el único modo de avituallarte sin chocar con los demás. Por abrazar a una amiga que ha ido a animarte. Por coger las gominolas que ofrecen los niños. Por un selfie en Londres con el príncipe Guillermo y Kate Middleton. Si te pierdes y preguntas el camino. Si...

Ya lo veis. Hay infinidad de motivos por los que está admitido pararse en una carrera. Y sólo uno es inaceptable: por cansancio.

El miércoles sufrí a un alumno nuevo en Pilates. ¿Y te duelen las rodillas? ¿Y tú corres? ¿Y no puedes hacer este ejercicio? Las cursivas van por el tonillo de desprecio. Con lo que acabé esforzándome demasiado por defender el honor propio y de todos los populares y fracasando en el empeño. La próxima clase mandamos a Mateo en representación.

Y así anduve renqueante el resto de la semana sin decidirme entre las agujetas y la lesión. Hasta el sábado por la tarde en que nos acercamos a Vincios, al campo de fútbol de A Pasaxe. Una prueba como las de antes, dicen. Pues será, cuando empecé en esto ya las conocí con inscripción previa, cronometraje, informática, digitalización, rayos láser, futurismo, y no siento nostalgia por tiempos más artesanales que no viví.

La carrera era como las de antes pero yo soy como los de ahora (aunque ya en los márgenes, sección puril). El tipo cuadriculado que hay en mí pedía reglamentos, horarios, datos, categorías, circuito, y allí nadie sabía nada. El responsable, Manolo, se movía por la hierba con el micrófono y el peto amarillo. Completaban el decorado una asociación de amigos del tiro con arco en una esquina, una ventanilla donde entregaban los dorsales escritos a bolígrafo, una cantina con cafés y bocadillos. Por el campo y alrededores deambulaban, más que competían, un par de ciclistas ya olvidados de todos, unos traileros despistados, unos cuantos chavales, y muchos perros. Perros de alquiler para que los críos se inicien en el canicross (si ésta es la alternativa de ocio casi prefiero que sigan con sus móviles).

Y en esta fiesta vecinal, ¿del ambiente y la fanfarria qué se ha hecho? ¿Y la orquesta y el jolgorio, do se hallan? ¿Dónde están el yelmo y la coraza, y los luminosos cabellos flotantes? ¿Dónde están la mano en las cuerdas del arpa y el fuego rojo encendido? ¿Dónde están la primavera y la cosecha y la espiga alta que crece?

No todos los días puedes correr la Behobia, lo sé. Trescientos sesenta y cuatro días no puedes (y los años bisiestos uno más), pero el de hoy es uno de los menos behobianos que recuerdo.

Van llegando muy desperdigados los del minitrail, igual de extraviados en la meta que por los montes, según cuentan. Los duatletas beben cerveza en sillas de plástico con cara de interrogante, de no estar muy seguros de haber participado en algo. Los infantiles continúan a lo suyo, indiferentes. Los arqueros convencen a algún aburrido para que pruebe. Los chuchos jadean por el calor, con esa elegancia canina (la lengua colgando, los ojos desorbitados, los belfos caídos, las babas rebosando). Aguardamos. Y en un momento cualquiera, como elegido al azar, Manolo convoca a los del tres mil: una docena exacta. Les explica el recorrido, dos vueltas de un kilómetro y medio. Arrancan.

Los que quedamos parecemos pacientes en la sala de espera del médico, no calentamos ni hacemos cosas de corredores, simplemente estamos allí y discutimos por discutir y pasar el rato. Con nivelazo: una famosa veterana de Baiona niega las instrucciones recién escuchadas, las matemáticas y la educación con esa terquedad impune (no conmigo) de la edad provecta. Señora, nosotros vamos a dar cuatro vueltas, usted haga lo que le salga del chirli.

- ¡Cómo eres!
- Soy.

Charlé con una pareja más razonable, bromeamos con jugarnos el podio (éramos seis entonces, incluyendo un gordito y un septuagenario), y por si acaso troté un poco. Pero llegado nuestro turno fueron apareciendo más rivales de la nada y abandoné las ilusiones. Entre ambos sexos principales sumábamos veintitrés, escasísimos y a la vez demasiados.

Sopló Manolo el silbato y partimos disparados, nueve delante y catorce detrás. Y supe lo que es alcanzar la primera curva en el grupo de cabeza. Y la segunda y la tercera. Qué sensación más halagüeña, como de ser bueno. Habría intentado un exceso añadido de haber habido un fotógrafo para inmortalizarlo. No era el caso e íbamos por debajo de 4'00", insostenible, conque levanté el pie y me retrasé.

Coincidía además con un terreno de piedras, ramas y baches muy adecuado para romperse la crisma. Descendí con soltura, esto es, soltando grititos, uy, ay, uy. Y después una subida que en países más llanos ejercería perfectamente de montaña. Aaaaay, uuuuuy, aaaaay.

Yo cuatro veces bajé, yo cuatro veces subí, y en todas partes dejé memoria amarga de mí. Y no siendo de aplicación ninguno de los casos del párrafo con que inicié este relato, no me paré. Lo que fue un triunfo en sí mismo. Y en el proceso recuperé tres posiciones y ya no cedí ninguna para ser sexto. Y vencedor de mi categoría hipotética. Tengo ya con éste varios trofeos invisibles, que si bien no lucen mucho tampoco ocupan espacio en las estanterías.

Y Montse ganó en mujeres. ¿Por su puesto? Por supuesto.

¿Y el público? Cuando sólo hay un espectador y sólo te aplaude a ti (¡vamos, Doctor!), eso ya no es público sino privado. Gracias, Jose Luis.

Me tomé algo en el bar tranquilamente, por reponer y por colaborar y por escapar de los ladridos. ¡Ven a verlo, es muy bonito! Que no. ¡Ven, de verdad, que vale la pena! Voy, vienen cuatro perros enormes y feroces tirando de un carro, dos de ellos se enzarzan a mordiscos, los otros dos huelen sangre y se apuntan, vuelcan el vehículo, quieren separarlos y no son capaces... Tenías razón, valía la pena asistir al espectáculo por esclarecedor y edificante. Luego no llores cuando atiendas en el hospital a una mujer a la que le han arrancado las piernas.

- ¡Cómo eres!
- Soy.



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Respostar citando Envío Sáb, 12 Mai 2018, 20:12
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump

Cuaderno de bitácora. Cuarto año del gato. Día 304. (6 de mayo)

La de A Illa de Arousa probablemente sea la carrera más bonita de Galicia. Es la que me hace pensar en cambiar mis vacaciones de verano y quedarme por aquí, pero sin llegar a conseguirlo: ya está el pescado vendido para Grecia, sí, otra vez. Y es además una mañana de reencuentro con la gente del Atenas.

Saludamos, desayunamos, cojeamos, Sanmikel de una pierna, yo de la otra. Lo que pasa es que su cojeo es casi un minuto por kilómetro más rápido que el mío. No diré más elegante, que ninguno de los dos gasta estampa de James Stewart.

Y a la hora de la salida seguían mis dolores sin diluirse (no desaparecen nunca sino que se distribuyen y dispersan. Divide los achaques y vencerás) y arranqué al final del pelotón, enfilando la cuesta con calma. Calma que llevaría todo el tiempo excepto en la meta.

Sin prisas y disfrutando del paisaje, haciendo piña con un corredor del C.A.C., con la mirada en las playas, fuimos avanzando con dignidad y cabeza alta. Pero qué bonito todo. Seis días más tarde, cuando escribo esto apresuradamente por actualizar algo el gatuno, ya he olvidado su dureza. Y así cada año que voy al Carreirón me sorprenden las subidas del trazado.

En la última parte se descolgó el compañero de Cambados y me vi de pronto rodeado de camisetas verdes. Estaba Bea con la cámara y bajé dando saltos forzados para que me fotografiase en el aire, y esa pérdida de eficiencia la aprovecharon para adelantarme los aceitunados, los pistachos, los esmeraldas. El ojo humano es capaz de captar más tonos de ese color que de ningún otro porque necesitaba distinguir a los depredadores entre la vegetación cuando éramos monos: a mi alcance quedó un ejemplar macho verde botella y nos enzarzamos en un sprint que por sí solo valió el precio de la entrada, esto es, nada. Y que gané.

Con pena tuve que abandonar al grupo -cargado de bebidas, fruta y hasta arroz con leche- y renunciar al primer baño de la temporada, pues tocaba comida familiar. Madre no hay más que una y a ti te encontré en la ría. Y Montse no se trajo la tercera medalla de la semana a casa porque en Salceda únciamente premiaban al vencedor, pero intenciones tenía de ello.



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O Xibao, Tomiño
Respostar citando Envío Sáb, 12 Mai 2018, 21:40
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump

Cuaderno de bitácora. Cuarto año del gato. Día 306. (8 de mayo)

Definitivamente ya estoy de nuevo en las manos de César, que aunque me queje no son malvadas como las manos de Orlac. Y como considera que descansar el lunes es más de lo que merezco me manda salir el martes.

Saludo, saludo, saludo, y no responde nadie. Unas señoras con chaleco fosforito me dan la espalda. Media hora más tarde vuelvo a cruzarme con ellas y las ignoro y se me quedan mirando como si fuese un maleducado. Está bien la cosa.

Y en uno de los callejones de Carregal, de pronto, un caballo que viene de frente. Con amazona. El susto disparó las pulsaciones seis o siete latidos.

- ¿Tampoco te gustan los caballos?
- No me gustan los animales con capacidad y disposición para hacerme daño. Perros grandes, tiburones blancos, serpientes de cascabel, hombres lobo, osos grizzly, ciclados de gimnasio.

En total fueron cuarenta y cinco minutos de rodaje, algo más de nueve kilómetros. Y ya en casa y antes de ducharme, mientras estaba todavía abierta la ventana metabólica, tomé un Ferrero Rocher.



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Respostar citando Envío Sáb, 12 Mai 2018, 21:56
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump

Cuaderno de bitácora. Cuarto año del gato. Día 309. (11 de mayo)

Las instrucciones para el viernes fueron hacer un rodajillo de una hora. Lo que toda la vida ha sido un tremendo rodaje de tres mil seiscientos segundos.

Pero se ve que me quedé más con el diminutivo que con la duración y lo acorté drásticamente. No por gusto, que también, sino por problemas.

Iba tan ricamente, o todo lo ricamente que puedo estar entrenando, y a los dieciocho minutos noté un pinchazo bastante molesto y persistente en la parte posterior de la rodilla izquierda. Cancelé y caminé hasta casa, y no he vuelto a tener noticias del asunto.

El domingo voy a Ponteareas. Allí sabré más.



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Respostar citando Envío Mar, 15 Mai 2018, 19:28
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump

Cuaderno de bitácora. Cuarto año del gato. Día 311. (13 de mayo)

El cuerpo es de lo propio lo más ajeno. Y lo de conocerse a uno mismo está sobrevalorado.

Volver a Ponteareas es un ejercicio de nostalgia y glotonería. De recordar el pueblo donde viví unos años intensos y divertidos, y de ponerme estrábico de pasteles de chocolate y hojaldres. Ah, los míticos hojaldres de Regino y Dinguilindín.

Y con la barriga llena de dulces y las piernas de dolores, que tuve que rescatar el Reflex, con molestias en ambas rodillas y los huesos quejosos, de pronto contra toda lógica me encontré con ganas de correr. Inesperada y felizmente, como quien encuentra un billete de cien euros en el suelo. Era una de esos mañanas en que deseas que empiece la carrera y no piensas en darle el chip a otro para que la haga por ti.

Sería por la llovizna ligerita que tanto me ayuda, por dignificar el número dos que llevaba en el dorsal, por ver a Silvia (de los Esprintes) de regreso al asfalto y siempre sonriente, por coincidir de nuevo y charlar agradablemente con Guillermo y la pareja tras habernos conocido en Vincios. Por lo que fuera, no era cosa de desaprovechar.

Entiéndaseme, tenía apetito por trotar, no prisa. De modo que salimos en grupo (si tres es multitud, más será grupo) Moncho, Guillermo y yo, con Isaías cerca, y dejé que me guiasen. Y como iba una media marcha más lenta de lo que podía dar, toda la prueba se convirtió en un rodaje acompañado por las calles, plazas y parques que había pisado casi dos décadas antes.

En la rotonda animaba el Tanino Víctor, hoy de paisano. Algunos niños aplaudían y palmeaban. Tan cómodo estaba que ni un suspiro huracanado solté, mi alarido-mugido que ya casi se ha convertido en un tic. Habría continuado en esa placidez nirvanera de no ser por los coches que circulaban entre los participantes. Gracias por no atropellarnos.

Pasaban los kilómetros con suavidad. El último era una cuesta abajo de retorno. Por terminar con ligereza, como esos entrenamientos con final alegre y buenas sensaciones, me despedí de la pareja y anuncié que iba a por aquellos (dos tipos que nos precedían a lo lejos, ajenos a mis afanes de archirrival). ¡No los coges!, dijo Moncho. Ah, qué hermosas palabras. Gasolina para mi motor. Salté, más que aceleré, y me lancé homeopático, esto es, envenenado para bien. (A mi espalda notaba el asombro y un poco de envidia). Y aún me sobraron ochocientos metros para alcanzarlos.

Son días que salen así, sin explicación. Y yo los atesoro porque cada vez son más escasos.



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Respostar citando Envío Mér, 16 Mai 2018, 20:23
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump

Si pestañeas te lo pierdes. Estoy lesionado. ¿Cómo, cuándo, dónde? Ah...

Los síntomas se parecen mucho a los problemas del bíceps femoral del otoño anterior, arrastrando la pierna por Fælledparken. No afirmo una relación directa, únicamente lo menciono: cada vez que hay un maratón o una media en Copenhague se me descarrila la rodilla.

Esta semana, pues, descanso. Mañana, festivo de playa (espero), y el viernes nos marchamos a Italia, al Lago di Como. Es el regalo que le hice a Montse por su cumpleaños.

- ¡Pero tú eres una pasada de novio!
- Pues la verdad es que sí, aunque te estás repitiendo, Voz en Off. Esto ya lo has dicho, que lo tengo todo apuntado.

A falta de carreras o entrenamientos, vaya una película con gato. Y es que, fijándonos bien, en casi todas se cuela alguno. O varios. Aunque el protagonista según el guion sea un perro.




"La ventana indiscreta", de Hitchcock

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Respostar citando Envío Sáb, 26 Mai 2018, 11:28
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump

Cuaderno de bitácora. Cuarto año del gato. Día 322. (24 de mayo)

Ya lo dice El Mundo Today: dos de cada tres españoles creen que saben hablar italiano. Anche io, per suposto! Qué fantástico fin de semana por Como, sus pueblos a cuál más bonito y sus maravillosas villas históricas. Caminar por las salas en las que vivió Visconti, estar en el jardín en el que se recuperaba James Bond, apoyarnos en la misma balaustrada que Darth Vader cuando aún no era Darth Vader. Uno querría ser veneciano, romano, toscano, napolitano, aunque para ello se viese obligado a conducir como un loco y llevar slips a la playa.

Precioso todo, pero no milagroso: fui cojo y volví cojo. Además de otros achaques que me preocupan y deprimen un tanto. Tras una patética sesión de Pilates y un poco clarificador tratamiento de fisioterapia, bajé el jueves a probar por Carregal, que también tiene sus encantos (Penaldo).

Envuelto en Radio Salil -que algo bueno haría- y pisando con molestias -que no-, corría atento a esa lucha entre KAOS y CONTROL. (Definitivamente me he ahorrado el gesto de saludar al aire, al menos mientras no lleguen caras nuevas de veraneo). Iba concentrado en el eje del mal cuádriceps-rodilla-gemelo, y empezando el kilómetro cinco me atacó por sorpresa el aductor. O parecido.

La zona es ésta: pedidle a alguien que no os atraiga físicamente que ponga su mano en vuestros isquios, rodeando la pierna, y que vaya subiéndola despacio, subiéndola, subiéndola hasta el punto en que queréis darle un puñetazo. Ahí justo es, en esa intimidad que toca con su dedo índice.



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Respostar citando Envío Sáb, 26 Mai 2018, 14:42
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump

Cuaderno de bitácora. Cuarto año del gato. Día 324.

Desayuné como para una carrera (fuera de casa, café, croissant, bizcocho de cortesía) porque la de hoy era una prueba importante, o no tanto, digamos importantita. La diferencia no está en la preparación o los nervios sino en el momento: en una prueba no esperan por mí; si soy yo mi propio organizador, procrastino, que es la forma pedante de no hacer nada cuando algo no te apetece.

Finalmente salí a las dos y media de la tarde, con el sol a pleno rendimiento (hoy tocaba calor, ayer chaparrones, mañana chi lo sa). Amagué con el Radio Salil y tiré de Reflex, por despistar a los músculos, para que las lesiones no se vuelvan resistentes a los fármacos como los mosquitos o el virus de la gripe.

Con calma y vigilando cada zancada, cuidando de no alargarla para no forzar la zona internalgas (palabra recién inventada por mí), fui sudando en solitario por Cda en horas de comida, sin nadie a quien no saludar. El único vertebrado vivo que encontré era un caballo paciendo paciente.

Contento tras seis kilómetros en treinta minutos y con sensaciones aceptables. Listo para Beade.



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Asunto: Re: El diario gatuno de Slump

Cuaderno de bitácora. Cuarto año del gato. Día 325. (27 de mayo)

¿Qué tal, bien, no?

Recordaba haberlo leído hace años: En apariencia los españoles son amables y tratan de interesarse por ti, pero todo es una mascarada, una especie de teatro social en el que está mal visto quedarse callado, hay que aparentar que a alguien le importa cómo le va al vecino cuando en realidad es algo que les resbala.

Tú di siempre que fenomenal. No tengas el pésimo gusto de contar a nadie tus problemas.

- ¿Qué tal, Dani, bien, no?
- Bien, muy bien, sí.
- Me alegro.

Desperté el domingo con escasez de sueño y abundancia de alcohol tras el concierto de Burning en Cans, fui al baño a trompicones y me senté a meditar qué hacía un chico (ejem) como yo en un sitio como éste. Ah, es verdad, una carrera. Desencajado conduje hacia Beade, asalté un café, tomé un croissant con ibuprofeno y esperé a ser persona agarrado a la barra. Recoger el dorsal era secundario; saludar, un esfuerzo; calentar, una frivolidad. Media hora después, animado por los bastantes conocidos y por el efecto combinado de la cafeína, el azúcar y el antiinflamatorio, supe que podría perfectamente rodar sin demasiadas prisas ni desmayos.

Arranqué atrás con calma, y a ese ritmo pachón me uní a Moncho y otro compañero que no nombraré: zancada, escupitajo, zancada, escupitajo. Por favor. Ni era bonito en "Titanic" ni lo es ahora. En las cuestas abajo nos adelantaban algunos novatos que se lanzaban desbocados sólo para descubrir inmediatamente que no todo el monte es orégano. El poco público aplaudía y los conductores protestaban, un día más en la oficina. Hasta la larga recta descendiente del kilómetro siete.

La rodilla izquierda empezó a doler de nuevo por el exterior, aumentando la intensidad rápidamente, y en seguida me encontré cojeando y yendo más y más despacio. Se escapó Lorena y llegó Moncho. Pensé en abandonar. Pensé en continuar. De los dos pensamientos triunfó el erróneo. El último tramo subía y ahí las molestias eran soportables. Incluso aceleré para terminar en menos de cincuenta minutos. Caminé, pisé, evalué los daños: entraban dentro de lo razonable.

El speaker anunciaba felices noticias: el señor alcalde (que viva el alcalde, viva) se había retrasado pero pasaría a darnos su bendición en breve. Fuimos a celebrarlo con unas cañas.

A la noche no era capaz de andar. El lunes lloré en las escaleras. Voy por la oficina renqueante. Si me levanto de la silla bruscamente la pierna me falla, cualquier movimiento de giro es un latigazo. Apoyarme es una navaja que se clava. Escribo esto en miércoles y no ha mejorado. Éste es quizás el más urgente pero no el único de mis achaques serios. Una muñeca degenera sin remedio. El hombro derecho está rígido y limitado como si un hijo de puta hubiera sujetado el brazo y tirado de él para lesionarme intencionadamente...

- Oye, estás hecho una mierda.
- Bien, muy bien, sí.
- Me alegro.



Como el Ave Fénix resurjo de mis lesiones
XoseM

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Galiza
Respostar citando Envío Mér, 30 Mai 2018, 4:56
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump

pois nada, a seguir ben! Guiño


Aínda que igual che convén algo de esto


#CatChilling


Angel si me permites, pensa na saúde a longo plazo, recupérate e corre sin dor.

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