Ven, 10 Feb 2017, 0:44
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump
Cuaderno de bitácora. Tercer año del gato. Día 217. (8 de febrero)
Los gatos y el mal tiempo siempre me hacen recordar esa introducción de la novela de Heinlein (hombre de ideología problemática, por decirlo así). Cuando acabe “Madame Bovary” releeré “Puerta al verano”.
Penaldo, tras unos días arisco y asustado, está ahora embelesado conmigo. Es auténtica devoción la suya. Y se me ocurre que al verme salir de noche en medio del vendaval vestido de colores y con ropajes singulares, con extraños aparatos en la mano, el pecho y la cabeza, con más linternas que una película de Spielberg, habrá pensado que iba en plan cazafantasmas a ocuparme de la tormenta y que ya he solucionado la avería. Agradecido en el límite del enamoramiento, pretende acompañarme a correr y tengo que cerrarle el portal en los bigotes.
Para la segunda sesión de la semana tocó un fartlek de dos series de ocho, seis y cuatro minutos con recuperaciones al trote. Pero el Garmin no sincronizaba por más que lo reiniciase, en casa se estaba a salvo y apantuflado, el Celta y el Alavés se jugaban ser subcampeones, en los foros de viajes estudiábamos rutas balcánicas, y ponían en televisión una película de las que te atrapan de tan malas: en fin, todo se confabulaba para tentarme, y no fue hasta después de las doce que conseguí reunir el valor necesario.
El frío era himalayo, de los que arruinan la tez, mas encontrándome abrigado de cintura para arriba y de naturaleza resistente a las inclemencias de cintura para abajo, se concentró en dejar inutilizadas las manos. Habría insultado a algún caballero del
seicento con tal de que me arrojara un guante o los dos. No quedan en Carregal. Realmente no quedaba nadie ni nada a esas horas y temperaturas.
Desde el comienzo me noté especialmente bien, y tras el período de calentamiento ataqué la primera ronda. Conteniéndome, pues no es el momento aún de exhibiciones, rodé los ocho minutos a 4'25", y los siguientes seis a 4'19". Animado por las sensaciones, dejé las piernas sueltas y ellas me llevaron algo más de un kilómetro a 3'56", que no guardaba memoria ya de tales registros.
Siempre sin dar el máximo me enfrenté a la segunda tanda. Si uno mantiene la cara de normalidad no va exigido aunque resople, eso es así. Hago 4'19", y todavía mejoro a continuación a 4'09". Hoy escribo los números bien claritos en cifras, y dad gracias de que no use negrita, rojo y Comic Sans tamaño cincuenta.
La impresión era de poder hacer marca personal en un diez mil en esos momentos. En serio. Sobrado, potente, imparable (dentro de mis parámetros, se entiende). Una bestia. Y de noche todas las bestias son pardas.
Sólo faltaban los últimos cuatro minutos y decidí correrlos sin el reloj, sin saber ni el ritmo ni cuánto restaba. A ciegas por la escasez de información y porque el foco se estaba apagando, creyendo ir muy mal y con zancada deslavazada y el rostro esta vez más descompuesto, la alegría y sorpresa fue parar el crono en 3'47". Soy el primer ser humano en alcanzar esas velocidades en Carregal de madrugada.
Una regañina me esperaba al otro lado del móvil por no dosificar a estas alturas del partido. Entre nosotros: no me importó. Estoy contento. Rápido y con el tinte del pelo recién aplicado, vuelvo a ser joven.
Como el Ave Fénix resurjo de mis lesiones