Mér, 04 Xan 2017, 22:46
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump
Cuaderno de bitácora. Tercer año del gato. Día 178. (31 de diciembre)
Éstas han sido las primeras navidades en Europa desde 2008, y eso si no me pongo geoterco, que las Canarias se ven en el mapa muy saharianas y en distinto huso meridional. Y venían con una San Silvestre debajo del brazo, la de San Cristóbal de la Laguna, por tanto una prueba dos veces beata.
Fuimos a mediodía, después de pasar la mañana en la playa de Santa Cruz (tercera bofetada al laicismo). Comimos entre gente que nos hablaba espontáneamante, el mojo es el nuevo croissant, un mago callejero vino a sorprendernos con un par de trucos para mi deleite infantil, y paseamos por la ciudad que es Patrimonio de la Humanidad.
Recogimos los dorsales, que cerraban a las tres (¿cómo, no podemos llegar juntos en tropel cinco minutos antes?), y la miniprenda: por un error en el tallaje habían salido en medidas más propias de los Umpa Lumpa que de adultos no raquíticos. Y empecé a imaginarme al forero típico de CenG montando un cirio por esto y por aquello, y demandando cuentas. ¿Ocho euros por correr y no me sirve la camiseta y sólo tengo trescientas en el armario? ¡Que nos paguen a nosotros que somos especialitos! ¿Y dónde está la página web para insultos? (Es que en Galicia acostumbranos a llamar públicamente ladrones y estafadores a las organizaciones, ¿vosotros no lo hacéis así?). Para llegar aquí hemos empleado coche, gasolina, peajes, párking, avión, alquiler de vehículo, alojamiento en tres casas, ferry, excursiones por dos islas, desayunos, almuerzos, cenas y copas durante once días, zapatillas de marca, reloj con GPS, smartphone, factura de Internet mensual, sesiones de fisio cada dos semanas (*). A nadie le pedimos los balances, no revisamos el escandallo del bar El Gofio ni comprobamos la contabilidad de Bikila ni exigimos volar gratis por las subvenciones de Ryanair. ¡Ah, pero no estamos dispuestos a dejar ocho euros en una carrera, que se supone es lo que nos gusta, porque eso lo convertiría en un deporte sólo para ricos! Y que nos digan exactamente en qué paraísos fiscales guardan nuestros millones. Todo muy lógico.
(*) No incluyo los pantalones Zico porque ya están amortizados.
Tomamos un último café con pastelitos (lo que se mastica es tangible y por ello dinero que no se llora nunca) y nos cambiamos. En ese momento soplaba un viento helado que más parecía Xinzo de Limia que Tenerife. Por falta de espacio en la maleta y por no repetir disfraz en el diario, aunque para los locales fuese primerizo, no llevamos nada salvo una peluca. Peluca que triunfa allá donde va, y aquí también. Yo tenía que haber nacido moreno. Como además se leía el nombre en la espalda del uniforme de los Jackbauers, escucharía unos cuantos ánimos y aprobaciones. Me llaman Dani y no me llaman canarito porque yo no nasí en Canarias.
La televisión estaba grabando y nos apiñamos mientras aguardábamos el arranque. La élite iba delante, y el resto en un totum revolutum que amenazaba con asfixias varias. ¡Ocho euros y sin cajones! Pensé en subirme a la cámara y reconvenirles, la culpa es vuestra, hala tres mil personas y porque no aceptaban más, sois responsables de la deriva actual del running, e incluso soltarles esa mítica frase de
Asfalteros, tenéis lo que os merecéis, pero vi que se lo estaban pasando tan bien que me dio vergüenza. Lo mismo los equivocados no eran ellos.
Y puntuales partimos, despacito, con calma, vigilando los pies propios y ajenos, en ambiente festivo y charanguero, y tan así íbamos que formamos una conga en plena competición, ¡fiesta! Tardamos casi dos minutos en alcanzar el arco, un compañero anónimo me preguntaba cuántas laguneras llevaba y charlamos, y a gusto fuimos poco a poco cogiendo velocidad.
Montse se colaba entre los corredores como cuchillo caliente en mantequilla y yo no tenía el tipo tan fino o las caderas tan cimbreantes y me quedé atrás y aproveché para mirar alrededor. Las calles llenas de público tras las vallas, el recorrido en zigzag por el casco histórico del pueblo, la marea de participantes, el toque carnavalesco, las pantallas retransmitiendo nuestro paso..., en cierta manera me recordaban a la Course de l'Escalade.
Estaba disfrutando y a buen ritmo, aunque sudando a chorros por la peluca, y únicamente me preocupaba no alcanzar a Montse. No por mí, sino por Chamorro. ¡Lo que tendría que aguantar si se enteraba de que me había ganado! Así que seguí adelantando y por fin la localicé, a 4'25" y lanzada. Me puse a su espalda, callado, por darle una sorpresa o un sprint, lo que se terciase, y sin ella saberlo hicimos un kilómetro juntos. Atento a sus cambios.
Si te vas, yo también me voy,
si me das, yo también te doy
mi amor.
Ya cerca del final puse otra marcha y me escapé unos segundos, y en meta celebramos la última (y divertida) carrera del año. Para mí han sido cincuenta y cinco (contadas a mi manera, breakfast runs e incompletas incluidas), cuarenta dentro y quince fuera de Galicia. Más que nunca.
Ha sido un 2016 muy peregrino. Y el próximo no promete menos. Como han aprendido Moncho e Isaías, viajar engancha. Más que correr. Y vosotros que lo veáis.
Como el Ave Fénix resurjo de mis lesiones