Mér, 28 Mar 2018, 20:38
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump
Cuaderno de bitácora. Cuarto año del gato. Día 261. (24 de marzo)
Hay eslóganes turísticos difíciles de creer (Murcia, ¡qué hermosa eres!) y otros que sí son ciertos. Valencia, ciudad del running. De verdad.
En Copenhague -quizás- me hablaron de esta prueba e inmediatamente la apunté en la agenda: poder participar en un mundial es un lujo que no está al alcance de todos. Poner mi nombre junto a los de figuras como Arbeloa o el esquiador venezolano Adrián Solano...
Conque nos fuimos al Mediterráneo ilusionados, a pasear, ver el sol, comer paella y oler a élite. Y nada más descender del avión grandes carteles anunciaban el evento, y en la boca del metro nos recibieron unas palmeras y el cielo despejado, y ya supimos que iba a ser un buen fin de semana.
La casa venía con gata loca, de las de alternar ronroneo y mordisco sin razón y dar mala fama a la especie. En el restaurante italiano donde cenamos, el camarero era reídor, hablador y tocador, y allí repetiríamos el sábado. Por la mañana visitamos el modernista Mercado Central, la Lonja de la Seda, la Catedral, probamos la horchata, callejeamos un poco más por el casco histórico y nos dirigimos a la Ciudad de las Artes y las Ciencias.
Tirad hasta el río y lo seguís. Esto... ¿qué río? El viejo cauce ahora es el Jardín del Turia, un enorme espacio de ocio muy agradable pero seco como pastel de polaco. Partiendo de que el Agua de Valencia es un cóctel, no debería sorprendernos. Tras unos cincuenta minutos de caminata llegamos al recinto y recogimos los dorsales. El viento, del que no nos libramos por más que escapemos por península e islas, tiraba con vallas y toldos y prometía arruinar los posibles récords.
Curioseamos lo que nos permitieron, asomando las narices bajo los sobacos de los guardias de seguridad. Los atletas de casi noventa países (¡cuántos me faltan todavía!) se cruzaban brevemente con nosotros, y trece o catorce mil populares calentaban. Era muy emocionante.
Comencé a mandar fotos y los amigos, siempre atentos a nuestras aventuras, respondían. Suerte mañana. Acuéstate pronto que hay que madrugar. Fuerza el domingo. ¡¡¡Que es esta tarde...!!! Y a las cinco nos acercamos a los cajones, partieron las profesionales primero, estiramos el tiempo con trotecillos y saltos, y arrancamos los demás.
El puente de Monteolivete estaba rodeado de público, y ya no dejaríamos de ir acompañados de aplausos y gritos. Y vamos, Dani, y bravo, Dani, y fantástico, Dani. Gracias, Valencia. Ciudad del running. Palmas de niños, voluntarios sonrientes, banderas y camisetas de todas partes. Bandas de música tocando a Madness. Pisando la línea azul como los africanos. La chicha, la vidilla, la alegría.
Decidí corresponder y correr. Hacer menos de cien minutos, menos de una hora y cuarenta. Hazañas mayores no están a mi alcance en estos momentos. Los veintiún kilómetros fueron una pelea continua entre lo que el cuerpo me pedía, aflojar, y lo que mi voluntad quería, perseverar. Ganó el coraje. Y si me permitís que con estas tres palabras resuma la carrera, así quedará. Seguro que todos habéis luchado contra el agotamiento y os habéis sentido orgullosos de superarlo. El orgullo de no rendirse, de terminar y decir: he dado lo que tenía y he cumplido mi objetivo. Por modesto que sea.
Atravesé la meta, precioso escenario en la alfombra sobre la piscina, con el dedo en alto. ¡Síííí! Y las chicas de la organización nos felicitaban, las bolsas traían frutas, bebidas y enhorabuenas, y pedí que me colgasen la medalla al cuello por broma, pero cuando lo hicieron, ¡por supuesto, te lo mereces!, y me estrecharon la mano, genial, campeón, y me aparté y mordí el metal, se me salieron las lágrimas. Porque yo sé lo que me costó.
Hay que volver a Valencia.
Y a la noche vimos las clasificaciones. Puesto 3.857, 1:39'34".
Soy uno de los cuatro mil mejores mediomaratonianos del mundo. Nunca había estado entre los cuatro mil mejores de nada. Del mundo, no. No estoy entre los cuatro mil mejores contables, escritores, cuerpos, amantes, bailarines, cocineros, conductores, pilotos de avión.
Cuando se celebren los Campeonatos Intergalácticos y compitan los Galapagones de Alfa Centauro, los veloces Fotones de Andrómeda, los Plasmoides de la Puerta de Tannhäuser..., entre los cuatro mil convocados por la Humanidad figuraré yo. Y acudiremos cantando “Do you hear the people sing?”, de “Les Misérables”.
Nota: soy más rápido que el último de la élite, y Montse que la última. Medito seriamente nacionalizarme arubano y quitarle el puesto. Especialmente después de buscar Aruba en Google.
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Última edición por DoctorSlump o Xov, 29 Mar 2018, 2:47; editado 1 vez