Xov, 17 Ago 2017, 17:50
Asunto: Re: El Correo Papalegüense (edición online)
Pocas carreras, pocos entrenos, poca broma… Mi afición por el running parece haberse extraviado entre la espuma de las olas del Atlántico embravecido (que en la ría de Arousa es mucho decir, y seguramente también, mucho mentir).
¿Ande andará?
Me veo obligado a tomar el camino de en medio, e inscribirme en la
Nigrán Area, que intenta ser las dos cosas a la vez, running y playa, archirrivalidades y veraneo, Mundiales de atletismo y Supercopa de España... Nada más peligroso que querer contentar a todo el mundo.
Llego pues allí como veraneante, y me encuentro de pronto, casi sin darme cuenta, vestido, calzado y peinado, como un runner más, confundido en el enjambre de los que revolotean por entre colchonetas de Bob Esponja y arcos de meta inflables.
El Ciripolen me dice “Sin espacio para más datos”, y yo le respondo “¿Qué nos ha pasado?” “¿Cuándo se apagó la llama?”. Calla y me deja frío.
Afortunadamente es un frío pasajero, pues en
Playa América, la climatología es excelente. El estúpido cacharrito no quiere obedecer… Bueno… ¡¿Y quién quiere?!
Él pasa de mí, yo paso de él. De amigos inseparables, a completos extraños. Pues si no me quiere de su lado me encontrará enfrente, murmuro. Que en algún momento necesitará que alguien lo enchufe a la corriente, ¿no es verdad? Arrieros somos, y a ti te encontré en la calle.
Se me hace raro, en cualquier caso, tomar la salida sin contar con él. De todas formas, nadie necesita su opinión, siempre desprovista de la más elemental cortesía, y un mínimo de conmiseración, sobre mis desempeños deportivos.
Pero, qué diablos, estamos en verano, no hay puntos del circuito en juego, y no necesito edulcorar mis resultados. Otro hámster sobre mis espaldas. ¿Y?... Una nueva grieta en los depósitos de la autoestima. ¿Y?... Otra barra de uranio gastado en las piscinas radiactivas, en las que ya no hay hueco ni para meter la escobilla. ¿Y?…
Un posado (un “robado”) para la foto con el conejo de peluche que hace las veces de mascota del Comesaña, y asunto liquidado.
Todo en el corredor popular es pura ficción. Ficción de ser atleta, ficción de estar jugándose algo, ficción de ir hacia adelante, en lugar de hacia atrás… Orgullo basura para el propio autoconsumo.
Y es que pese a estar muy mal vistas, nadie hace ascos a sus particulares medallas de chocolate.
Me ganaron doscientos inscritos, pero me voy como unas castañuelas para casa, porque zutanito, que siempre me apabulla, cayó hoy con estrépito y deshonor.
Y es que cuesta tan poco hacerse feliz a uno mismo…
De hecho, desde bien entrado el calentamiento ya sabía yo que me iba a tocar sufrir en la arena, cual morlaco descastado, cornalón y mansurrón.
No querían las piernas correr, y menos aún chapotear en la arena fresca, supuestamente dura, y que no era tal, cual si de un Príapo piripi se tratara, pero menos aún recocerse, y hacer buen caldo, en la blanda.
Recorrer todo el campo visual a la carga de infantería, tampoco es moco de pavo, y verte en una punta de la playa, reventado, con la meta en la otra punta, transmutada en espejismo, no se puede decir que le hiciera ningún bien a la moral, ni a las buenas costumbres.
Corrí, por tanto, todo el tiempo desganado. Sin disfrutar la experiencia, buscando la cuerda (floja) en todo momento. Una venus de Milo en bikini (pero sin amputaciones traumáticas), aplaude al paso de los esforzados de la ruta, y apenas me sobran las energías para levantar la cabeza, y poner mueca de galán otoñal, ya con muchos veranos, nos guste o no, en el almanaque.
Es inútil querer cambiar las cosas. Vamos los runners por allí, poniéndole al buen tiempo mala cara, cual reguero de hormiguitas o fastidio similar. Y los más avezados de los bañistas, que lo saben, se apartan de nosotros y envuelven bien los bocatas y la tortilla de patata.
No importa. Yo sigo a lo mío. Y es que a fin de cuentas no todo son pasotismos o desafectos mal disimulados. Una señora mayor (tercera edad lindando con la cuarta) a la que le cuelgan ostensiblemente las carnes, y su marido cuasi anciano, militar norcoreano de aspecto, el cual hubiera caído en desgracia a los ojos del régimen, aplauden efusivamente a nuestro paso, muy norcoreanamente, lo que le añade un toque surrealista nada despreciable a la escena en su conjunto. Mano alzada, al estilo Hitler, pero sin el requiebro final a lo amante bandido, agradezco su aportación.
Un surrealismo en todo caso innecesario, pues para mí esa playa lleva ya un buen rato convertida en fondo de lienzo daliniano, sobre el que yo deambulara cual elefante, tal era la sensación, con patas de mosquito trompetero.
Todo encaja: Hormigas, relojes blandos, el Ciripolen abandonado a la molicie… Por fortuna la meta, oasis de paz, se va poco a poco revelando como real, y los padecimientos van dando ya sus últimas pinceladas.
No me puedo quejar tampoco. Sin entrenar casi, y orientándome por la vía michelín, la de carreteras y la del tejido adiposo, poco más se puede pedir. Llegué en todo caso a mi destino, y allí me esperaba
Berni, la mascota del Val Miñor, sentado placenteramente en su sillita de playa, quien en absoluto mostró otra cosa que no fuera indiferencia hacia mí, cuando fui a coger la isotónica y demás frugales avituallamientos. Que le hubiera tratado de dar achares con otras mascotas no le había hecho mella.
Y la verdad no sé qué me hizo sentir peor, si mi bajo rendimiento deportivo, o esa escasa, por no decir nula, complicidad y falta de sinergias con los peluches.
Ya sé que no soy un niño pequeño, para andar con estas tonterías, pero… Que me venga alguien a discutir que este no es un deporte surrealista, al que los mayores venimos a comportarnos como niños pequeños, y los niños pequeños, diles tú que no, como los mayores.
Y sin más me fui del lugar, punto y final a mi aventura playera. A decir verdad, con un cierto regusto agridulce de ir siendo menos cada vez los corredores que participan en esta prueba, aun cuando el inmenso arenal estaba abarrotado de gente.
¿Será esto un acceso mío febril de turismofobia, o el lento declinar de la más gloriosa época del running, tal como algún día lo conocimos?
En fin, sea como fuere, no nos debemos dejar caer en los brazos del pesimismo. Tal vez solo sea un bajón puntual de la
Nigrán Area… Ya se sabe. Sol, chiringuitos, paseos en canoa, islas desiertas y veleros en el horizonte, aguas color turquesa… Tal vez debamos admitir que entre la gente sean mayoría, como es lógico, los que acuden a las playas con la esperanza de ver a Pamela Anderson, embutida en su bañador rojo reventón, correteando por la orilla, sube baja las dunas, en lugar de, reventando el crono, a Almaz Ayana.
Esta publicación no es un juguete, no se la dé a niños menores de 100 años. No la arroje al fuego, ni aún vacía de contenido. En caso de intoxicación accidental acuda a la mayor brevedad posible al servicio de urgencias psiquiátricas más cercano.