Lun, 09 Xul 2018, 22:12
Asunto: Re: Diario de Pollastre
“Carrera fantasma, carrera interruptus”
Alboraya, localidad pegadita a Valencia para quien no lo sepa, es la tierra de la horchata. Venga usted a Alboraya y deguste nuestra afamada horchata con fartons, con denominación de origen, en alguna de sus múltiples horchaterías. Un sitio estupendo.
El 10k de Alboraya solidario contra el cáncer es también una carrera estupenda, casi 2.000 corredores, muy bien organizada y con mucho ambiente, pero el 30 de junio, con 29ºC y un 70% de humedad a las 8 de la tarde, no son las condiciones idóneas para intentar hacer un buen tiempo en una carrera de fondo. Pensaba que este día aún era pronto para estos calores, pero estaba errado (sin hache) y pronto me daría cuenta de ello.
Procuro llegar bien hidratado, pero el exceso de líquido tampoco es adecuado por la falta de costumbre, y ahí empieza el chorreo. En la cola del baño, antes siquiera de calentar, el sudor cae por los cuatro costados. Viene la sed, pero el agua que sale de una fuente cercana podría servir para cocer unos espaguetis.
Un calentamiento muy breve, por innecesario, y me voy a la salida. Hagámoslo con tiempo esta vez, aunque aquí no hay problema, hay cajones por tiempos, que no diferencian entre hombres y mujeres (como parece lógico que fuese siempre) y son muy amplios, puedes venir un minuto antes de salir y tienes sitio. Intento entrar por confusión en el cajón sub40 (adónde iría) y una voluntaria, con mucha amabilidad y acierto, me lo impide. Me coloco en el que me corresponde y mientras me ato bien las zapatillas pueden observarse las gotas de sudor que mansamente van cayendo y formando un charco alrededor, como si estuviera ya por el kilómetro 8. Los corredores locales más próximos, frescos como una lechuga, seguro que estarán pensando ¿de dónde vendrá este hombre con estos calores? ¿de Laponia?”. A un paso estuve de indicarles mi lugar de residencia actual y mi falta de hábito para justificarme.
La salida es fluida, 4’06 por el primer kilómetro y 8’16 por el segundo, ya sudando como un pollo de corral y con bastante sensación de agobio. Mucha gente y todos animando. Va a ser verdad que el running aquí es de otra manera. Salimos del pueblo, por la huerta, camino del paseo de la playa, y la gente de las alquerías sentada en sus mecedoras tomando el fresco y animando a todos, algunos manguera en mano remojando a los participantes. Aquí se implica todo el mundo.
Ya entonces he empezado a retenerme un poco porque aunque las piernas van bien el sofoco empieza a notarse demasiado. Un muro mental más que físico, que afecta a la respiración y al estado de ánimo más que a las piernas. Así llega el kilómetro 3 en 12’29 y el 4 en 16’43.
Y allí sucedió. En medio de un campo de chufas. La cabeza dijo basta. Hubo un amago de bajar el ritmo y seguir hasta el final, pero en ese momento la cabeza dijo que no. O veníamos a por todo o nada.
Cuando te retiras a veces te lo pasas mejor que cuando continúas, como fue el caso.
Me encuentro con un chaval que se ha parado por el mismo motivo: “no hombre no, esto no es sano, hace mucho calor y así no se puede, esto es más sufrir que otra cosa, no hemos venido para esto”, "pues donde yo vivo, a esta misma hora casi se puede ir con chaqueta gorda".
Iniciamos juntos el trote de regreso, en dirección contraria a la larga fila de corredores que venía detrás: “¿pero la carrera no es para allá?”, “sí sí, seguid que vais bien, no nos hagáis caso”. Y los huertanos que veían la carrera se interesan por nuestra salud y preguntan extrañados: “¿pero vosotros no habéis pasado ya por aquí?, ¿os animamos también o qué?”, “no, a nosotros no, dadle con el chorrito a los otros”.
Una lástima ver los manjares que esperaban en la meta. Sandía, melón, por supuesto horchata y fartons, y también camillas con fisioterapeutas lozanas y de buen ver, a la espera de piernas que masajear.
Y luego encima tienes la oportunidad de ser el primero en llegar a la ducha, poco antes de que lleguen los buenos, y oir algunos de los comentarios post carrera, muy diferentes a si te duchas más tarde: “pues hoy no he forzado mucho, que la semana que viene tengo un 5.000 en pista y quería bajar de 15 minutos”. A punto estuve de entrar en la conversación: “a mí me ha pasado lo mismo, la semana que viene tengo un 2.000 vallas y sólo he venido a trotar un poco, un 10k en 34 minutos para soltar las piernas”.
Aunque parezca una tontería, todas esta post carrera “interruptus” sirve de bálsamo, te libera de cualquier sensación de fracaso que pueda pasarse por la cabeza y sirve para recordar, por si alguna vez se me olvida, que los corredores populares estamos en esto principalmente para mantenernos en forma, cuidar la salud, desfogarnos y pasarlo bien en la medida de lo posible. Lo demás, en mi opinión, es completamente secundario.
Al día siguiente vino el arrepentimiento. Ya que estábamos aquí al menos había que terminar. Quizá tenía que haber salido más lento, previendo la situación, pero lo hecho hecho está y los agobios los guardamos para otras cosas.
La conclusión es que estas carreras son para los autóctonos o habituados a correr en estas latitudes, no hay aclimatación posible como no vivas aquí o te vengas 3 meses antes, o bien te lo tomas como un paseo sin más pretensiones.
Es curioso. No tenía claro si escribir una crónica de una no-carrera, y resulta que ha quedado muy larga.