Lun, 30 Abr 2018, 19:30
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump
Cuaderno de bitácora. Cuarto año del gato. Día 289. (21 de abril)
No es el mismo juego, ¿comprendes? No es la misma liga, ni siquiera es el mismo deporte.
(Jules, Pulp Fiction)
Entiendo al padre que se emociona más con las primeras patadas de su hijo pequeño a un balón que con todos los regates de Messi. De verdad. Lo malo es cuando el hombre insiste en público en que ambos son igual de brillantes, habla a propios y extraños de las virtudes futbolísticas del niño, se niega a ir a un estadio porque nada es comparable al patio de su casa, convence a unos pobres despistados de Alcalá de Henares para contemplar los traspiés del crío. No sé si me explico.
Tras haber corrido la edición anterior, vengo de asistir al maratón londinense como espectador. Uno entre los ochocientos mil. Ahorraré los adjetivos hiperbólicos y las exclamaciones, hay que verlo en persona para creerlo. Y no, desde luego que no es el mismo deporte. No debería ser ni la misma palabra: alguien podría confundirse.
Fue un fin de semana breve en la capital inglesa, que se va convirtiendo con cada visita en mi ciudad favorita. Hay dos Londres, uno es de las noticias de sucesos (récord del índice de criminalidad, apuñalamientos, ataques con ácido, agresiones xenófobas) y otro el que te encuentras allí: acogedor, hospitalario, educado, amable, extremadamente amable, y vivo, diverso, colorido, bullicioso si quieres y tranquilo a sólo una bocacalle de distancia, clásico y moderno, siempre fascinante. Y al cuarto de libra con queso lo llaman cuarto de libra con queso.
Y los británicos, que inventaron Internet, el té de las cinco, la trampa para ratones, las chocolatinas, las postales de Navidad, la intoxicación alimentaria en Mallorca o el submarino amarillo, también son los creadores del
Parkrun.
El sábado, como todos los sábados, se celebraban casi cincuenta carreras similares en Central London. El más próximo a la casa era el de Burgess Park y allí nos fuimos. Encontramos a gente trotando en esa dirección y la (¿les?) seguimos intentando no descolgarnos antes de empezar. Ya sudados, nos acercamos a los voluntarios, o a quienes creíamos que lo eran, pues muchos de los habituales llevaban camisetas con el logo y es costumbre que los participantes se ofrezcan a ayudar a lo largo del año. Altruistamente.
- ¿Y no...?
- No.
Preguntando, además de a Roma, se llega a todas partes, aunque más despacio, y así acertamos con la directora, con los organizadores ocasionales del día y con el guardarropa: una lona en el césped sin más vigilancia.
- ¿Y no...?
- No.
Nos dirigimos a la salida, o una zona que hacía de tal, donde nos colocamos según nuestro criterio y atendimos a las instrucciones, a las felicitaciones de los que estaban de cumpleaños, a las presentaciones de los nuevos. Se escapaba una sonrisa por las comisuras. Miraba alrededor y éramos un buen grupo (¡quinientos!). Relajados en ese ambiente alegre y variopinto, arrancamos con calma. Pero una rosa es una rosa es una rosa y una competición es una competición es una competición, y poco a poco empecé a acelerar y a adelantar, y a ser adelantado. Disfrutando, ignoro si siendo disfrutado.
Rodábamos por los senderos del parque, por los puentes, bajo los sauces, por la hierba. Qué bonita mañana. En las bifurcaciones los colaboradores indicaban la ruta y nos aplaudían, y yo a ellos. Y así, exento de archienemistades deportivas, en paz con el mundo, completé los cinco kilómetros en algo más de veintidós minutos.
Nos tomaron los tiempos, nos dieron la enhorabuena, recogi la bolsa y en una mesa habían puesto pasteles, naranjas, plátanos, una tarta... y cada uno se servía su parte y dejaba para los demás.
- ¿Y no...?
- No.
Qué bien. Sacamos fotos, hablamos con algún espontáneo, intercambiamos agradecimientos y nos despedimos. No nos quedamos al café posterior, que preferíamos regresar y turistear. Al rato recibimos un email con las clasificaciones. ¡Pero qué bien!
Y el domingo asistiríamos al espectáculo del maratón, de los atletas y del público. Y vimos pasar, por este orden, a Kipchoge, Mo Farah, Martín Fiz y Beauvais.
Difícil imaginar mayor contraste que entre ambas formas de entender el running, de lo más pequeño a lo más grande, y ninguna de las dos se podría hacer en España. El camino del hombre recto está por todos lados rodeado por la avaricia de los egoístas y la tiranía de los hombres malos.
Es otra cultura.
Como el Ave Fénix resurjo de mis lesiones