Mér, 29 Nov 2017, 0:10
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump
Cuaderno de bitácora. Cuarto año del gato. Día 143. (26 de noviembre)
El domingo era uno de los días señalados en el calendario, como lo son los partidos contra el Espanyol o el APOEL de Nicosia para Cristiano Ronaldo. La media de Vilagarcía parecía la más adecuada para intentar la marca para el maratón de Nueva York, por rapidez y por contar con amigos que nos acompañarían de referencia. Pronto me di de baja yo del objetivo en este annus horribilis y quedó sola Montse con los deberes pendientes. Que todos sabíamos que podría lograr, todos menos ella. Y mientras tanto el entrenador, en una doble jugada, me limitó la carrera a una única vuelta y me encargó la tarea de ir de liebre. De guiado a guiador. Glups.
Qué acierto: así, nerviosos los dos por igual, dormimos estupendamente, sincronizados los movimientos en la cama. Cada uno soñando con su batalla.
Fuimos temprano, recogimos los dorsales y desayunamos. El camarero nos tentó con una partida de donuts cortesía de la casa mas no era el momento de improvisar y me aferré al croissant talismán habitual. No las tenía todas conmigo, no por el ritmo de cinco minutos kilómetro sino por estar obligado a ser muy estable y por sentirme responsable. Cuando toca hacer el payaso, se hace, y cuando toca ser serio, se es.
Y al ir a por el atrezzo, el chasco. En lugar de unos hinchables poderosos o una banderola en la espalda, languidecían en el techo unos globos grisáceos, tristes y feos como de cumpleaños infantil de hijo no deseado. Eché en falta los matasuegras. Susana se esforzaba pintando en ellos los tiempos con mucho esmero y caracteres góticos. Ay, mi debut de liebre sería de bazar chino, de rastrillo de barrio decadente. Adiós contratos para Chicago y Boston.
Salí al exterior con mi Hello Kitty flotando muy arriba, que costaba establecer la relación entre el plástico y yo, y me acerqué a la fotoquedada multitudinaria: en Vilagarcía hay más gente posando que corriendo. Probé a rodar y ya vi que iba a tener problemas de comunicación con el bicho, con querencia a retrasarse y ladearse. Como un caniche revoltoso se lanzaba encima de los transeúntes, e igual que haría con la correa del perro tiré de él, ¡ven aquí y estate quieto!
Nos colocamos para arrancar, le di muchos muchos ánimos a Montse y partimos. Las otras liebres más veloces, Manu, Josiño, David, unos galgos del Atenas, y por fin nosotros. Dejando claras las cosas,
escuchad, que esto es la primera vez que lo hago, que voy sin seguro, que no sé si, que a ver si, que entre todos mejor. ¿Y de qué hablo con ellos? ¿Se espera de mí que aconseje o algo? ¿Que amenice la velada? Nando, amablemente, me recordaba las obligaciones.
¡Este globo es una mierda, no nos cuenta nada, no nos coge agua, es un inútil!
Bajábamos ligeramente del ritmo previsto, y, sin instrucciones al respecto ni experiencia, supuse que tocaría consensuarlo.
Vamos a 4'57", ¿os parece bien? Seguimos tres segundos más rápido. Estamos yendo a 4'56", ¿vais todos ahí? Asentían. Del grupete que se formó, unos diez, se adelantaba una pareja con la que charlaba. La chica, Carolina, marchaba a por récord personal con este paso, y a por pódium también, le aseguré.
Chamorro nos gritaba desde el público,
¡Doc, Doc!, y Marta, Mar, Fefa, Susana, César, Asun, y yo les gritaba respondiendo, y notaba cómo me iba soltando. Y el joven de la izquierda me dice:
esto para ti es pan comido, ¿no? Sí, yo hago una media maratón cada mañana antes del café con leche. Definitivamente estaba cogiéndole el gusto.
Al cruzarnos con los de la cabeza les aplaudí, como suelo, y entonces el resto del grupo aplaudió también. Un momento, ya no sólo era su líder deportivo, ¡ahora había ganado tambíén ascendencia moral! Aunque me restaba quizás cierta autoridad el llevar atado el cordel alrededor del cuello, aburrido de recortar el lazo. Y las impertinencias de Nando, que no me respetaba por lo de la confianza y el asco.
De acuerdo, no sería el globo más dicharachero del mundo, pero no corríamos en un silencio incómodo. Y con regularidad encomiable. Resistía heroicamente los impulsos de ir a por Basi o cualquier archienemigo que se mostraba al alcance, centrado en mi labor de pastor. Descubría la felicidad de una vida abnegada, la recompensa espiritual del sacrificio por los demás, la plenitud que trae la sumisión del interés propio ante una causa mayor. Bienaventuradas las liebres porque ellas destacarán más en las fotos.
Y así llegamos a la mitad de la prueba y se nos unió César. Seguimos juntos hasta el kilómetro once y tuve todavía ocasión de dar algunos consejos de última hora:
Bebed, hidrataos bien. Dosificad las fuerzas que aún falta bastante. Aprended a amar la lectura, quien lee nunca estará solo. Pensad en grande pero disfrutad de los pequeños placeres. No cambiéis la salud por la riqueza ni la libertad por el poder. Entre lágrimas nos despedimos, el más inconsable Nando, y Carolina me dijo
gracias, eres un encanto. Caray. Y con una sonrisa de oreja a oreja regresé caminando hasta la meta.
Pedí noticias de Montse. Iba bien, iba muy bien. Con Moncho. ¡Ahí viene! Pasa sufriendo, con la cara torcida como un retrato cubista. Creo que no lo va a lograr, pero desde luego lo está peleando. Tienen que girar y volver. Corro hasta la recta a esperar, Manu se acerca a apoyar, ya llegan. Montse acelera, lo poquito que puede ya, y le grito
vamoooos y Moncho va tranquilo, eso es bueno, pero no sé en qué tiempo están, cruzan, suspense. Y con el pulgar me indican que sí. Lo ha hecho. Una hora y cuarenta y un minutos. ¡Sí! Y voy a abrazarla.
Esto es gracias a César, nuestro entrenador. A Montse la ha puesto en la línea de salida del maratón de Nueva York. Y a mí, a mí me ha puesto... un globo en la cabeza.
Y gracias a Moncho.
Qué fácil es si vas acompañada por alguien, dice Montse, cuando no soporta que yo vaya a su lado porque la estreso.
El césped siempre es más verde en el patio del vecino, y por eso triunfan los clubs de swingers.
Y, por supuesto, trofeo a mayores. Con Carolina, como vaticiné. Que me ve y baja emocionada a saludar, soy algo partícipe de ambas copas, claro que sí, y nos invita a Lalín a la Feira do Cocido. ¿Pero cómo vamos a ir si a Moncho le ha dado ahora por tomar los caldos y las sopas de
postre? Nos sacan a gorrazos del pueblo.
Fantástica mañana.
Como el Ave Fénix resurjo de mis lesiones