Dom, 14 Mai 2017, 14:25
Asunto: Re: El Correo Papalegüense (edición online)
Estaba una tarde de perros ayer, y mis piernas, todavía en mal estado tras mi near-marathon-experience del principio de semana, me suplicaban hacerme el loco y no asistir a
Carballedo.
Pero no podía. Una carrera gratuita, de las pocas que quedan ya a lo largo del año, hay que cuidarla como oro en paño.
Fue pues llegar allí, y nada más recoger el dorsal encontrarme con la primera de las sorpresas (gratas todas). Daban camiseta de algodón. Sí, algodón. Aleluya. Por fin entrará una en el armario (si es que entra), que pueda dedicar a más usos que el mera y estrictamente deportivo.
Y con las mismas me puse a ejercitarme. Como ya digo, las patas, pulposas y suaves, parecían hallarse encerradas en un rígido caparazón, que pese a mi esfuerzo por hacerles entrar en calor, se negaban a mudar. Como si las tuviera entablilladas. O como las langostas en los restaurantes, amarradas con cinta adhesiva.
Pensé entonces que pegar un trago de agua sería una buena idea, quizás como disolvente de costras calcáreas, y me acerqué al caño de la fuente que se encontraba a diez metros de la salida/meta. Un grifo y una manguera de jardinería recortada, de la que, si bien, no tuve ningún remilgo en abastecerme a morro.
Entonces, una de las voluntarias de la organización, parapetada tras su peto fosforito (que habíamos quedado en que era color fatídico), se vino a mí, y oh, sorpresa de nuevo, en lugar de reñirme, me ofreció traerme, de dentro de la Casa del Concello, un botellín de agua free of charge.
No podía creerlo. Me pellizcaba. Tanto buen trato, para una carrera gratuita, y acostumbrado a los sablazos de las que te llevan y te traen por los cercados a golpe de vara, cual ganado, me hacía sentirme sucio, un aprovechado, un ladrón, un politicucho de telediario diario.
Yo no entendía nada.
Pero entonces empezó la carrera, y pasados los primeros kilómetros de toma de contacto,
Carballedo reveló su verdadero rostro.
Y si minutos antes le había jurado ser su amante bandido, corazón, corazón malherido, carrera fetiche “pasiempre”, ahora renegaba vil y cobardemente de todas mis buenas intenciones.
¡Caretas fuera! Y
Carballedo, así al natural, venía siendo eso, demasiado natural. Naturaleza brava, basta y profusamente inhóspita. El típico trail, con todas las letras, del que los asfalteros abjuramos y perjuramos.
Ahora sí que me sentía sucio de verdad. Sobre todo, tras atravesar varios lodazales consecutivos, en algunos puntos salpimentados con estiércol fresco de vaca, y en los que, merced al efecto de succión inversa, pareciera a veces que las deportivas se quisieran quedar a vivir allí.
Desde luego, las de ayer, que eran las buenas, las Saucony, las de presumir, han quedado ya para pocos paseos de la fama. Si acaso teloneras de entrenos embarrados. Gratuita decía… ¡Toma del frasco, carrasco! ¡Barata sale la broma!
Cuestas espeluznantes, bajadas a plomo por estrechas veredas, rajadas en grandes y resbaladizos surcos de los que de cuando en cuando sobresalía, o más habitualmente tan solo asomaba, algún canto traicionero, o raíz, o rama caída, o tocón de hierba tocapelotas que buscaban engolosinarme primero, y luego arrojarme a la mugre, dejándome, si a ello hubiera ocasión, esguinzado de arriba abajo.
Pero no penséis que todo esto me hizo aminorar mi ritmo ni por un momento. Dice
matogrosso que aunque no corro muy rápido (que digamos) sí que se me ve, en fotos y vídeos, ir con prisa, o al menos, con cara de prisa. O sea estresado, despepitado en mi lentitud. Y tal vez sea cierto. No lo sé.
Sea como fuere, para no faltar a la verdad (aceptada), me busqué a un archirrival, y además de todos los que tengo clandestinos por aquí, que son muchos, encontré a uno con papeles, en la persona de
Seijo. Así que sin más opté por dedicar mi carrera a su persecución.
Una persecución en la que no cejaba, el condenado, aún inconsciente de ella, y de la que no me era posible recortarle distancias más que infinitesimalmente.
En la faena, si bien, nos íbamos llevando por delante a toda una turba de runners esporádicos (los típicos que no te suenan sus caras, y que por lo jóvenes, y asequibles, identificas como posibles futboleros del pueblo, ingenuamente metidos en las camisas de once varas del running).
Ya terminando, kilómetro final, menos duro, pero ya sin necesidad de serlo per se, comprendí que mi lucha iba a ser estéril. Y aún así me apliqué, en la recta final, en un sprint fantasma, yo contra mí mismo, para no defraudar a la afición, y por no perder las buenas costumbres. Si
Beu siguiera escribiendo por aquí, estoy seguro de que estaría orgulloso de mí, sigh… (Tengo ese vicio, que no me quito ni a fuerza de llevar palos, de ser un sentimental…)
Seijo me ganó por poquito. Si acaso unos veinte metros. Pero, de haberlo rebasado, tampoco hubiera sido una victoria excesivamente honrosa. De hecho, hoy, domingo, que es cuando escribo esta narración, me lo encontré dando todavía más leña en
Xinzo, lo que significa que algo reservó (me imagino).
Era verlo y, en justa comparación conmigo, no entender como no se le hacían las piernas pedacitos. Arenillas que arrastrara el viento sin esfuerzo, después de la molienda de ayer. Pero allá cada uno con propios afanes autodestructivos y su querencia malsana al flagelo.
Y hablando de apariciones, y encuentros fortuitos, como no, mencionar a
Pollastre, (sí,
Pollastre, nuestro
Pollastre) que también se dejó caer por la capital de la
Limia para participar en su mítico 10k, el más llano de la provincia, y por tanto tierra natal de muchas y muchas de las MMP’s ourensanas.
Un placer coincidir con estas gentes de allende los foros. Amén de los clásicos del terruño
Novoa_run, rubenigui, Jorin, Esprintes, Limiactivos varios y un largo etcétera...
Pero de estas cosas ya no voy a hablar más, porque si no me enrollaría más que una persiana, y no se trata de eso. Lo bueno, si breve, no se le mira el diente.
Quede pues para el recuerdo una actuación no mala del todo, en la que a punto estuve de ser conejo, (por tres puestos), y a la que si acaso deslució la baja participación.
No obstante mantengo mi postura al respecto: Trails, los justos. De ahora en adelante, y por lo que concierne a las próximas semanas, sólo terrenos transitables, nada de caminos de cabras, y a ser posible sin alejarme mucho de
Sparkland. (Por muy de la costa oeste de los EE.UU. que suene eso del
Sunset Encoro Cachamuiña, a la que si dios no lo remedia, me temo que asistiremos cuatro gatos mal contados, o como decía aquel anuncio prehistórico, solo los muy cafeteros).
Esta publicación no es un juguete, no se la dé a niños menores de 100 años. No la arroje al fuego, ni aún vacía de contenido. En caso de intoxicación accidental acuda a la mayor brevedad posible al servicio de urgencias psiquiátricas más cercano.